TENGO NOTICIAS PARA TI: Como creyentes, somos las personas más importantes del planeta. ¡Sin nosotros, el mundo no lo logrará! • Suena como una declaración muy fuerte, pero es
la verdad.
La verdad es que, de los 7 billones de personas que viven hoy en día en la Tierra, solamente 2,3 billones tienen fe en Jesucristo. El único Jesús que la gente verá mientras viven su vida, es el Jesús que vive ti y en mí. El único ejemplo vivo de la Palabra de Dios es la Palabra que tú y yo creemos y vivimos.
Entonces, de hecho, yo diría que eso nos hace la gente más importante en toda la Tierra.
Verás, si no vivimos por fe, billones de personas ni siquiera podrían vislumbrar al Dios que los ama. El trabajo que Dios tiene para nosotros es que vivamos nuestra vida en nuestros barrios, comunidades, estados y países, para hablar y actuar como Sus representantes y demostrar la vida de fe que nos ha dado. Simplemente le decimos a las personas que Él nos envía, porqué creemos y vivimos de una forma diferente.
Nosotros tenemos el regalo más maravilloso para darle a la gente. Es el regalo que producirá vida y los bendecirá. Es el regalo que liberará la bondad y el amor de Dios por ellos. Es el obsequio que les traerá cambios. ¡Es el regalo de creer!
Un regalo para todos
Cada persona en la Tierra tiene la habilidad de recibir el regalo de creer.
Lo que bloquea la habilidad de las personas de creer la Palabra de Dios y recibir cada promesa que Él ha hecho, es la selección y categorización de esas promesas. Creen lo que les gusta e ignoran lo que no les gusta. Al hacerlo, disminuyen su habilidad de creer y recibir, lo cual deja sus vidas careciendo del regalo completo
de Dios.
Ya sea que vivamos o no la vida que Dios tiene en mente para nosotros, dependerá de si creemos que aquello que Él dice es realmente lo que Él quiere. Estoy aquí para decírtelo: ¡Yo lo creo! Yo creo todo lo que Él dice y mi fe insiste en poseer lo que Él tiene en cada área de mi vida. Algunas personas dicen que soy arrogante cuando digo eso. No; simplemente decidí que haré lo que Dios dice que puedo hacer y tendré lo que dice que puedo tener.
¡Yo le creo!
La Palabra de Dios cubre cada área de la vida espiritual, emocional, física, y financiera. Cada área. Su plan es que nuestra fe posea lo que ya tenemos y todo lo demás que Él ya ha provisto, para que podamos vivir la vida que ha planeado para nosotros. De hecho, Él es muy claro acerca de la clase de vida que tiene en mente para Su pueblo. Jeremías 29:11 dice: «Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz [poseer los recursos adecuados; sin que nada falte, sin nada roto], y no de mal, para daros el fin que esperáis» (RV-1960).
Creyendo el plan
Creerle a Dios, es fe. Y la fe no debería ser un rompecabezas intelectual. No tienes que tratar de averiguar cómo Dios hará algo. Todo lo que tienes que hacer es obedecer. En cada nivel de la vida, sea que estés creyendo por la provisión diaria o por algo más grande, no necesitas tratar de adivinar Su plan. No tenemos que preocuparnos o estar bajo presión por el plan. Dios ya ha dicho: “¡Tengo un plan para ti! ¡Él sabe lo que está haciendo, así que no te desgastes! Créelo. Alinea tu alma—tu mente, tu voluntad, tus emociones—para recibir Sus planes.
Creer es el método que Dios usa para bendecir nuestra alma y nuestra vida. Es Su método para hacer que Su plan se manifieste en nuestra vida para que nosotros no tengamos
que hacerlo.
Si tratas de involucrarte, te lastimarás tratando en tus fuerzas de lograr que el plan funcione, además de pagar por él y administrarlo. Harás todo lo que tu alma pueda pensar, ¡tratando de hacer lo que solamente Él puede hacer!
Me gusta el corazón de los niños. Ellos no complican la fe. Ellos tan solo creen lo que su mamá y papá les dicen. Además, nunca le tienen que decir al papá lo que necesitan. Ellos saben que su papá sabe y que les dará lo que necesitan.
Cree como un niño. Continúa buscando y escuchando al Padre y haz lo que Él dice.
Cuando yo era un niño, las cosas en la casa de mis padres eran maravillosas siempre y cuando yo obedeciera. Los problemas aparecían cuando yo trataba de entender porqué mi papá quería que hiciera algo; todo lo que Él quería era que yo obedeciera. Creer como un niño es la mejor manera de creer y transformarse en un hijo de
Dios maduro.
Cuando comiences a experimentar el plan de Dios en acción, no te precipites tratando de tomar el control. Continúa escuchándolo, para que te dé cada detalle de Su plan. Pregúntale cuál es tu parte. Deja que te muestre como Él está trabajando en el plan. Mantente focalizado en Jesús y permite que Él accione el plan. ¡Crecerás en tu fe y serás más fuerte en el Señor!
Es posible que te encuentres con personas que no entienden la manera en la que vives tu vida. Probablemente no se dan cuenta que vives en un modo de escuchar y creer, permitiéndole a Dios decirte qué hacer y dependiendo de Él, para que haga lo que solamente Él puede hacer. Mientras más creas, más entenderás lo que Jesús quiso decir cuando dijo: «De cierto, de cierto les digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no será condenado, sino que ha pasado de muerte a vida» (Juan 5:24).
Recibiendo la vida
Creerle continuamente a Dios para que accione Su plan en tu vida, de la misma manera que lo hizo por Jesús, te hará lo que yo llamo “invencible mentalmente”.
Cuando desarrollamos la habilidad de creer, nos olvidamos de nuestras debilidades y deficiencias. Alcanzamos ese lugar en el que lo que creemos es más interesante que lo que las otras personas piensen. Comprendemos a diario y caminamos en la verdad que Jesús declaró que: ¡no seremos condenados, sino que hemos pasado de muerte a vida!
A lo largo de los años he experimentado mucha “condenación”. Sin embargo, me rehúso a ser condenado porque Jesús dijo que no lo estoy. Nada de lo que alguien piense o diga puede afectar la vida de creerle a Dios. Yo practico buscar a las personas que sé que también son creyentes llenos de fe, si quiero que alguien se ponga de acuerdo conmigo o si necesito la percepción de alguien más acerca de algo que escuché de parte de Dios.
Lo que tú y yo hemos recibido de Jesús es vida. Hablo acerca de una vida que recibe un techo para tu cabeza, comida para tu cuerpo y gasolina para tu auto. Por ejemplo: cuando Dios me estaba preparando para Su plan de darnos un avión para el ministerio, me dijo algo que cambió mi vida para siempre. En 1978, manejaba en frente del Aeropuerto Lafayette y un avión “Citation” sobrevoló por encima mío y el Señor me dijo: Jesse, mira al cielo, voy a darte un avión.
Pensé: “Debe estar loco, no puedo ni siquiera llenar el tanque de esta Toyota. ¿Cómo voy a llenar el tanque de un avión?
Recuerda: Dios escucha lo que piensas.
Él me dio esta frase maravillosa: ¡Jesse! No te pedí que lo pagaras. Te pedí que lo creyeras.
Ese día fue uno de los días más maravillosos de mi vida. Cuando lo dijo, me impactó como una escopeta. Toda la presión que sentía desapareció. Él abrió mi espíritu por completo para creer todo lo que me dijera. Después, comenzó a enseñarme a través de maestros creyentes acerca de mantenerme en fe y recibir Su plan para el avión—y una vida bendecida.
Muchas personas han tratado de convencerme para que no crea; sin embargo, yo he decidido en mi corazón vivir para agradar a Dios y no a los hombres. Vivir para agradar a los hombres es agotador, pero vivir para agradar a Dios es energizante.
Mientras más recibía de Dios acerca de Su plan, más lo creí y por lo tanto recibí más energía.
Viviendo la vida
Cuando basamos nuestras prioridades en creer la vida gloriosa que Dios ha prometido, ¡tendremos cada oportunidad para creer!
La manera de vivir que llevábamos Cathy y yo era una de deudas, hasta el día que escuchamos las palabras: «No tengan deudas con nadie, aparte de la deuda de amarse unos a otros» (Romanos 13:8).
¿Lo creímos? ¡Sí, claro que sí!
Decidimos en nuestros corazones y nuestras mentes no deberle nada a nadie excepto la deuda de amor que tenemos con el prójimo. Los planes que Dios tenía para nosotros y nuestro ministerio era mucho más grandes que cualquier deuda que habíamos tenido. Edificios, televisión, libros, revistas, reuniones—¡todo eso requiere dinero! Debimos decidir: ¿Le creemos a Dios o vamos al banco y nos endeudamos?
Hoy somos libres para amar a las personas y presentarles a Jesús porque dijimos: “Sí, ¡le creemos a Dios!”
Jesús dijo en Juan 6:35: «Yo soy el pan de vida. El que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás». Leímos esas palabras y las creímos. Desde el día que nos entregamos a Jesús, nunca hemos tenido hambre. Desde ese momento nunca hemos estado sedientos. Toda nuestra atención y cada paso que damos está focalizada en Él. Constantemente buscamos escuchar lo que nos dice, personalmente y en el ministerio. Él dice: Ven para acá, ve allá. Dale $100 a la mesera. Dale a ese ministerio $100.000. Nosotros obedecemos.
¡En cada paso que damos y cada mensaje que predicamos, le hemos creído a Dios y Él nos ha bendecido!
¿Y tú? Este regalo vivificante de creer es para todo aquel que lo recibe.
A continuación, te presento algunos puntos a considerar:
Dios tiene planeada una vida bendecida para ti, tu familia, tu trabajo y tu ministerio.
Tú tienes la habilidad de creer y recibir, porque Cristo vive en ti.
Tienes la habilidad de usar tu fe para poseer tus pertenencias en cada área de tu vida, porque eres un hijo de Dios.
Tienes la mente y el corazón para recibir el plan de Dios para tu vida, y para descubrir que no estarás bajo presión alguna para cumplir ese plan. ¿Por qué? ¡Porque Dios lo dijo!
Puedes convertirte en alguien mentalmente invencible y ser inconsciente de cualquier deficiencia en tu vida porque tu Padre celestial ha provisto todo para que tengas una vida bendecida.
¡Puedes vivir para agradar a Dios porque tienes Su Palabra para hacerlo!
¡Ahora, simplemente créelo! ¡Créele a Dios!
Recuerda: ¡Nosotros somos la gente más importante de la Tierra! Pueda que ellos no lo sepan; sin embargo, ellos dependen de nosotros para que creamos por ellos y por nosotros.
¡Cuando nosotros creemos, ellos ven a Jesús!
Dios nos ha dado, el regalo maravilloso y vivificante de creer. ¡Recibámoslo y bendigamos el mundo!