Hay algo que se ha perdido por completo en la iglesia hoy en día. Algo crucial para tener una vida llena de poder. Si no lo tienes, lo necesitas desesperadamente. Si lo tienes, debes usarlo aún más, ya que es el ingrediente esencial que mantiene tu fe en movimiento.
Es el ingrediente olvidado de la valentía.
A través de los años en el ministerio me han llamado de muchas maneras (la palabra Loco me viene a la mente de inmediato). Sin embargo, jamás me han llamado tímido.
Las personas piensan de vez en cuando que soy valiente sólo por ser un “terco ‘Cajun’ de Luisiana”. Sin embargo, están equivocados. Mi valentía no proviene de mi lugar de origen, sino de aquel que vive en mi interior.
¡Soy valiente porque conozco a Jesús! En una ocasión estaba sentado en un avión al lado de una mujer, doctora de profesión. De repente la miré y le dije: “¿Conoces a Jesús?”
“¿Quién?”, me preguntó.
“Jesús. ¿Conoces a Jesús?”
“Bueno, voy a la iglesia”, me respondió encogiendo sus hombros.
“Felicitaciones. El diablo también asiste. Pero, ¿Conoces a JESÚS?”
Me miró sorprendida. “Soy luterana”, me dijo.
A esas alturas, me preguntaba si hablábamos el mismo idioma. Sin embargo, intenté una vez más. “No estoy preguntándote tu denominación. ¡Sólo quiero saber si conoces a JESÚS!”
Me respondió: “Ciertamente parece que Tú lo conoces. Y me gustaría saber cómo es”.
Entonces desabroché mi cinturón de seguridad, me puse de pie y levantando mis brazos en alto, exclamé: “Bueno, ¡echa un vistazo! ¡Él se parece a mí! ¡Soy hecho a Su imagen… y a Su semejanza! ¡¡¡Jesucristo vive en mí!!!”
Algunas personas piensan que tienes que estar loco para hacer algo por el estilo—pero, no tiene que ser así. Tan solo debes ser valiente. ¡No hay sustituto para la valentía! Cuando eres valiente, ya no te importa lo que el mundo piensa. Sólo te importa lo que Jesús piensa.
¡Valentía + Fe!
Todas las mañanas me levanto sin saber la clase de situaciones que enfrentaré ese día. Sin embargo, eso no importa. Mientras tenga valentía combinada con mi fe, ningún diablo en el infierno podrá destruir lo que Dios ha puesto en mi interior.
Podrías decir: “Jesse, esa es tu forma de ser”. ¡Entonces, necesitas que esa también sea tu forma de ser! Tú necesitas esa valentía, tanto como yo. Así que te daré tres claves que te ayudarán a asimilarla en tu vida.
Encontrarás la primera en Hechos, capítulo 4. Allí vemos a una iglesia joven que está bajo presión. A los apóstoles se les había ordenado dejar de predicar el evangelio. El gobierno estaba amenazándolos de muerte si continuaban haciéndolo.
¿Cuál es su respuesta? Oraron por valentía: «Y ahora, Señor, mira sus amenazas y concede a tus siervos que hablen tu palabra con toda valentía» (Versículo 29, RVA-2015).
Ahí tienes la primera clave. Cuando la presión aumente… cuando el diablo esté tratando de intimidarte… cuando necesites valentía… ora, y pide por ella.
Recuerdo una ocasión en particular en la que oré pidiendo valentía. Mi pastor me había llamado y me había pedido que lo acompañara a orar por una jovencita que había tratado de suicidarse en tres ocasiones.
“Está en el tercer piso del hospital Charity”, me dijo.
“¿El tercer piso? ¡Ese el piso de los locos!”
“Lo sé”, me respondió. “Por esa razón te llamé a ti”.
Ese día antes de entrar, le pedí a Dios que me diera valentía. Sabía que nos adentrábamos a un nido de avispas lleno de actividad demoníaca. Mientras oraba, me dijo: Hoy te daré valentía a un nivel que sorprenderás a la gente.
Al caminar el pabellón psiquiátrico del hospital, la presencia de demonios alrededor era muy evidente. Las personas estaban amarradas. Se escuchaban gemidos, lamentos y gritos. Era un lugar terrible. Cuando le dijimos a la asistente social el nombre de la joven que queríamos visitar, nos dijo: “Los dejaré verla; pero tengo que estar en la habitación con ustedes todo el tiempo”.
Me pareció bien. A decir verdad, quería ver su rostro cuando esos demonios empezaran a dispersarse. La valentía crecía en mi interior.
Encontramos a la muchacha encorvada, sentada en la cornisa interna de la ventana. Me acerqué a ella y comencé a decir “Muchacha…”, cuando antes de que pudiera decir otra palabra, su cabeza se sacudió. Me fulminó con la mirada y gruñó con una voz demoníaca de tono grave: “Te mataré, Jesse.”
Lo creas o no, eso me emocionó. ¡Ese demonio me conocía por mi nombre de pila! ¡Esas eran la mejores noticias que había tenido en toda la semana! ¡Aleluya, conocen mi nombre en el infierno!
¿Le ocasionas tantos problemas al diablo que te conoce por tu nombre de pila? Yo sí. Amo hacer que el diablo se ponga de malhumor.
Sin más advertencias, la muchacha saltó desde la cornisa y se abalanzó sobre mí. Comencé a reprender al diablo con todas mis fuerzas. Mi pastor gritaba: “¡En el Nombre de Jesús…!”
La asistente social se frotaba las manos y murmuraba: “¡Dios mío! ¡Dios mío!”
Después, al mismo instante, la muchacha gimió y ese demonio salió.
“¿Qué pasó?”, preguntó la asistente social. “El diablo salió de ella”, exclamé. “¡Y tampoco sé a dónde se fue, así que mejor sal de acá!” Esa asistente salió tan rápido como disparo de cañón.
¡La falta de valentía te robará esa clase de poder!
La segunda clave para la valentía es la fe. Efesios 3:12 dice: «tenemos seguridad y confiado acceso por medio de la fe en él [Jesús]» (Reina Valera Contemporánea). La valentía viene por medio de la fe.
Cuando tienes fe que el mismo Espíritu de Jesucristo vive en tu interior… cuando tienes fe de que Su sangre te ha limpiado de todo pecado y te ha hecho la justicia de Dios… comienzas a ser valiente. Simplemente no puedes evitarlo.
¡Alguien poderoso te está respaldando!
La tercera clave para ser más valiente es saber que alguien poderoso te está respaldando. Esa lección me la enseñó mi mamá a la temprana edad de 5 años y medio. Mi mamá era una mujer Cajun de 100 kg que había comido salsa picante de Luisiana desde su nacimiento. Ella era una mujer poderosa; esa clase de mujer que nadie se atreve a enfrentar, si sabes a lo que me refiero.
Vivíamos en un barrio pobre en las cercanías del dique del Río Mississippi. Un día, un vecino de 6 años de nombre Fred apuñaló a mi mejor amigo en la espalda con un cuchillo de mantequilla. Fred no era el niño de primer grado común y corriente. Fred fumaba cigarros. A sus padres no le importaba; ambos se la pasaban borrachos en la entrada de su casa la mayoría del tiempo.
Cuando me enteré que Fred había apuñalado a mi amigo, me enojé. En realidad me puse furioso. Así que le dije a mi hermano: “Wayne, vamos a darle una golpiza a Fred”.
Wayne estuvo de acuerdo. “Bueno. Pero ¿cómo?”
“Haré que venga al retrete. Tú lo golpearás en la cabeza, y luego lo agarraremos y lo meteremos en el agujero”. Yo solo tenía 5 años, pero ya había tenido suficiente de Fred.
Efectivamente, poco después el pequeño Fred vino fumando su cigarro. Todo salió de acuerdo al plan. Wayne y yo teníamos a Fred boca a abajo, gritando y llorando sobre el agujero del retrete. Sin embargo, antes de que pudiéramos meterlo, escuchamos una voz áspera a nuestras espaldas.
Era el papá de Fred, más borracho imposible, con una llave tubo en su mano, listo para golpearnos en la cabeza a ambos.
“¡Voy a matarlos!”, gritó furioso.
Cuando lo escuché, me quedé congelado. Sabía que debía correr, pero por alguna razón mis piernas no respondían. Pensé: hasta aquí llegué. Después, otro sonido interrumpió mis pensamientos. Era el sonido de un rifle armado.
Dándome la vuelta, vi a mi mamá. Ella estaba allí parada, con su rifle calibre .22 apuntándole al padre de Fred. “Tocas a ese niño y te mato”, le dijo. El padre de Fred soltó la llave tubo y empezó a retroceder. Repentinamente me invadió la valentía. Una gran valentía. “¿Quieres pelear conmigo?”, exclamé lleno de confianza. “¡Si te metes conmigo, no solo golpearé a tu hijo, sino que a ti también!”
¿Por qué me sentí de repente tan valiente? Porque sabía que alguien armado me estaba respaldando. Mi poderosa mamá estaba cubriéndome.
Es posible que ahora mismo el diablo esté amenazándote con su llave tubo, tratando de destruirte. Es posible que haya venido a robarte, matarte y destruirte. Sin embargo, si escuchas con atención, podrás escuchar el sonido del rifle del Espíritu Santo a tus espaldas. Podrás escuchar la voz del Dios Todopoderoso diciendo: “Ese es mi hijo. ¡Si das un paso más, te destruiré!”
Cuando descubras que el Espíritu Santo te respalda ciento por ciento, serás valiente. ¿Si Dios está de tu lado, quien puede estar en tu contra? ¡Él que está en ti es más grande que él que está en el mundo!
La valentía en la fe es la clave para la victoria total. Así que ora y pide por ella. Edifica tu fe. Y entiende que Alguien con gran poder espiritual está respaldándote.
Descubre de nuevo el ingrediente perdido de la valentía. ¡Y alístate para que el poder de Dios fluya a través de ti!