La mayoría de las personas toman medicamentos solamente cuando están enfermos y están tratando de recuperarse. Sin embargo, hoy quiero hablarte acerca de un medicamento que puedes tomar todo el tiempo. Si lo tomas cuando estás enfermo, te sanará. Si lo tomas cuando estás bien, te mantendrá saludable.
Este medicamento es tan seguro, que no puedes provocar una sobredosis. (¡Lo sé porque lo he intentado!) Sin embargo, es la medicina más poderosa que existe.
Ingerida de manera continua en cantidades suficientes, mantendrá el poder de Dios fluyendo desde tu espíritu a tu mente y cuerpo para que puedas vivir permanentemente en salud divina.
¿Cuál es esta maravillosa medicina?
¡Es la Palabra escrita del Dios Todopoderoso! Es la medicina a la que se refiere Proverbios 4:20-22 cuando dice: «Hijo mío, presta atención a mis palabras; Inclina tu oído para escuchar mis razones. No las pierdas de vista; guárdalas en lo más profundo de tu corazón. Ellas son vida para quienes las hallan; son la medicina para todo su cuerpo.»
¡Ese es uno de mis pasajes favoritos en la Biblia! Me gusta usarlo cuando enseño en la Escuela de Sanidad como una plataforma de lanzamiento para el resto de las escrituras de Sanidad de la Biblia. Después de leérselo a las personas, muchas de las cuales tienen problemas físicos que la ciencia médica no puede resolver, a menudo les digo que están a punto de recibir una dosis muy grande de la medicina de Dios.
“Podrá llevarnos algunas horas leer todos los versículos”, les digo, “pero si escuchan y reciben la Palabra como un niño pequeño, la fe para sanar llegará a su corazón, los conectará con el poder de Dios, y les sanará desde adentro hacia afuera”.
Recuerdo que una señora entre las asistentes me escribió una carta después del evento y me dijo que casi no pudo ingerir todos los medicamentos que repartí en la Escuela de Sanidad. Ella me compartió que, en un momento del servicio, ella oró: “¡Señor, no dejes que Gloria mencione otra escritura!” Por supuesto, Dios no respondió esa oración. Él me dejó continuar predicando la Palabra, y también fue bueno para ella que lo hiciera, porque después de leer varios versículos más, ¡ella sanó!
He visto a más personas de las que puedo contar ser sanadas de la misma manera, al sentarse en la Escuela de Sanidad y escuchar la Palabra. Muchas veces ni siquiera tengo la oportunidad de imponerles las manos. La medicina de Dios hace su trabajo en ellos antes de que termine de predicar. Para cuando estoy lista para orar por ellos, ¡ya están sanados!
Ese tipo de cosas no solamente suceden en la Escuela de Sanidad. A pesar de que las reuniones de sanidad pueden ser excelentes lugares para recibir, la medicina de Dios funcionará en cualquier momento, en cualquier lugar y para cualquier persona. Todo lo que tienes que hacer es seguir las instrucciones de Proverbios 4: mantener la Palabra de Dios en tus oídos, delante de tus ojos y ponerla en tu corazón en abundancia hasta que sobreabunde en tu boca.
Hace muchos años, el hermano Charles Capps escribió un pequeño y maravilloso libro titulado: El Poder Creativo de Dios para la Sanidad. Estaba lleno de escrituras e incluía las siguientes instrucciones, redactadas en forma de prescripción médica:
La medicina de Dios: ingerir por vía oral tres veces al día hasta que la fe llegue. Luego, una vez al día para mantener la fe. Si las circunstancias empeoran, duplique la dosis. No provoca efectos secundarios.
Si quieres vivir en salud divina, ese es el secreto, ¡allí mismo! Mantén la Palabra de Dios, particularmente lo que dice acerca de la sanidad, en tu corazón y en tu boca. Continuamente aliméntate de esa Palabra (Romanos 10:17) para que tu fe por la sanidad permanezca fuerte y lista para ser usada todo el tiempo.
Dios es un Dios bueno
“Pero Gloria”, podrías decir, “¿qué debo hacer con los versículos de la Biblia que erosionan mi fe acerca de la sanidad? ¿Qué hacer de las escrituras que dicen que Dios a veces obtiene la gloria de la enfermedad, o que a veces nos pone la enfermedad para enseñarnos algo?”
¡No hay tales escrituras!
Esas ideas no son más que tradiciones religiosas. A veces son transmitidas por cristianos bien intencionados; sin embargo, son mentiras del diablo. Las usa para erosionar la fe de la Iglesia y difamar el carácter de Dios.
Dios no obtiene ninguna gloria enfermando a las personas. Él no le pone cáncer a alguien para que se vea bien. ¡Todo lo contrario! Él revela Su bondad quitándole el cáncer a las personas. Él obtiene la gloria cuando las personas sanan, como lo hicieron cuando acudieron a Jesús. Mateo 15:31 dice que cuando ministró, la gente, al ver que «los mudos hablaban, los mancos eran sanados, los cojos andaban y los ciegos veían, glorificaban al Dios de Israel.»
Además, ¡la idea de que Dios ponga la enfermedad en sus hijos para enseñarles cosas es ridícula! Ningún buen padre haría eso. Cualquiera que le daría una enfermedad a su hijo para enseñarles una lección sería considerado alguien que maltrata niños, y Dios no es un maltratador. ¡Él es un buen padre! Él nunca designó la enfermedad para ser el maestro de la Iglesia. Él nos dio el Espíritu Santo y Su Santa Palabra inspirada para instruirnos (Juan 14:26, 2 Timoteo 3:16).
Solamente esa revelación en sí misma te ayudará mucho en lo que respecta a la sanidad: ¡Dios es un Dios bueno y bueno! Como dice el Salmo 145: «El Señor es compasivo y lleno de ternura; lento para la ira y grande en misericordia. El Señor es bueno con todos, y se compadece de toda su creación.» (versículos 8-9).
Medita unos instantes en esos versículos. Estos describen a Dios como misericordioso, lo que significa que Él está dispuesto a mostrar favor. Dicen que está lleno de compasión, lo que significa que no hay lugar en Él para nada más. Nos dicen que la misericordia de Dios es grande y tierna y que está sobre toda Su creación.
La frase toda Su creación no deja a nadie afuera. Incluye a todos, particularmente a aquellos de nosotros que somos creyentes. De acuerdo con Efesios 2:10, somos la “hechura” de Dios; entonces Él es especialmente misericordioso con nosotros. Cuando venimos a Él para recibir sanidad, no tenemos que preocuparnos de que nos ignore o nos diga que tendremos que permanecer enfermos un tiempo más. ¡Él nunca haría eso!
Somos los hijos amados de Dios. Él siempre es rápido para mostrarnos Su favor. Él siempre está ansioso por hacernos el bien. Santiago 4:8 dice que cuando nos acercamos a Él, Él se acerca a nosotros. Así que podemos estar seguros de que, en el momento en que lo invoquemos, ¡Él nos responderá de inmediato y con misericordia!
Piensa en cómo Él respondió a cada uno de nosotros cuando recibimos a Jesús como nuestro Señor y Salvador. No nos hizo esperar seis semanas para nacer de nuevo. Ni siquiera nos hizo esperar hasta el día siguiente. En el instante en que creímos, todos nuestros pecados fueron borrados y Dios nos hizo nuevas criaturas, como si el pecado nunca hubiera existido.
Dios quiere que recibamos la sanidad de la misma manera. Y lo haríamos si nos hubieran enseñado de la misma manera en la que nos enseñaron sobre el nuevo nacimiento. Si hubiéramos desarrollado nuestra fe para la sanidad hasta el punto en que estuviéramos tan seguros de ello como del perdón de pecados, nos acercaríamos a Dios tan simplemente como niños pequeños, esperando recibirla inmediatamente. Estaríamos tan seguros de la bondad de Dios que no tendríamos duda alguna de que aquí mismo, en este momento, ¡Él quiere que estemos bien!
No tienes que elegir solo uno
“Pero, ¿no es esta perspectiva de sanar algo que a ustedes, los predicadores de la fe, se les ocurrió recientemente?” podrías preguntar. “¿No es algo relativamente nuevo?”
De ningún modo. La sanidad siempre ha sido la voluntad de Dios para Su pueblo, no solo bajo el Nuevo Pacto, sino también bajo el Antiguo. Por eso, en mi vida personal y cuando enseño en la Escuela de Sanidad, leo versículos de cada parte de la Biblia.
Todas las promesas de Dios son un SÍ y un AMÉN para nosotros en Cristo (2 Corintios 1:20), y en el Antiguo Testamento hay algunas escrituras de sanidad muy poderosas.
Por ejemplo, el Salmo 103 dice: «¡Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguna de sus bendiciones! El Señor perdona todas tus maldades, y sana todas tus dolencias. El Señor te rescata de la muerte, y te colma de favores y de su misericordia. El Señor te sacia con los mejores alimentos para que renueves tus fuerzas, como el águila.» (versículos 2-5)
¡Eso es una potente medicina! Esos versículos pueden fortalecer tu fe para sanar de muchas maneras diferentes. En primer lugar, pueden ayudarte a librarte de la mentira religiosa de que recibir sanidad en realidad no debería ser de tanta importancia. ¡Sí, es muy importante! Esos versículos pueden evitar que tu fe se sacuda cuando las personas dicen cosas como: “No enfatizamos la sanidad en nuestra iglesia. Simplemente enseñamos el nuevo nacimiento porque es más importante”.
Cada vez que alguien me dice eso, siempre pienso en cómo el Salmo 103 dice que debemos recordar todos los beneficios de Dios. No nos dice que tenemos que elegir solo uno, y eso es todo lo que podemos tener. No dice que debido a que la sanidad sólo afecta nuestro cuerpo temporal, y el nuevo nacimiento afecta nuestro espíritu eterno, deberíamos olvidarnos de la sanidad y escoger el nuevo nacimiento.
¡Dios nunca tuvo esa actitud! Él es un Dios de abundancia. Él es tan generoso que perdona todos nuestros pecados Y sana todas nuestras enfermedades.
He visto gente ser sanada en la Escuela de Sanidad de condiciones que ellos mismos incluso habían olvidado que padecían. Los he visto creer que deben ser sanados de una cosa y salir sanados de otra cosa, todo al mismo tiempo.
Recuerdo a un hombre que había sido general y piloto en la Fuerza Aérea, y sufría de lesiones como consecuencia de eyectarse del avión varias veces. Los impactos habían comprimido su columna vertebral a tal punto, que habían reducido por varios centímetros su estatura y provocaban un dolor muy intenso. Lo primero que este hombre deseaba era dejar de sentir dolor, pero mientras escuchaba la Palabra, obtuvo algo extra. No solo el dolor desapareció, sino que su columna se descomprimió y estiró, ¡volviendo a su estatura original!
Más tarde, cuando compartió su testimonio, me di cuenta de que Dios había hecho por él exactamente lo que nos dice el Salmo 103: ¡Él había redimido la vida de ese hombre de la destrucción y había renovado su juventud como el águila!
Dios nos ha dado muchas escrituras de sanidad en el Antiguo Testamento:
«Yo soy el Señor, tu sanador.» (Éxodo 15:26).
«Quitaré de en medio de ti toda enfermedad.» (Éxodo 23:25).
«Yo te devolveré la salud y sanaré tus heridas.» (Jeremías 30:17).
«El Señor te mantendrá libre de toda enfermedad.» (Deuteronomio 7:15, Nueva Versión Internacional).
«[Te] concederé muchos años de vida, y [te] daré a conocer mi salvación.» (Salmo 91:16).
«[Dios] Envió su palabra y los sanó; los libró de su ruina.» (Salmo 107:20, RVA-2015).
«Su pueblo salió cargado de oro y plata; en sus tribus no había un solo enfermo.» (Salmo 105:37).
Puedes encontrar aún más versículos como ese en el Nuevo Testamento. En los Evangelios, por ejemplo, puedes leer sobre la sanidad en el ministerio de Jesús, Quien siempre hizo la voluntad perfecta de Dios y nunca se negó a sanar a nadie. Por el contrario…
«Jesús recorría toda Galilea. Enseñaba en las sinagogas de ellos, predicaba el evangelio del reino, y sanaba toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.» (Mateo 4:23).
«Pero mucha gente lo siguió, y él los sanó a todos,» (Mateo12:15).
«Jesús recorría todas las ciudades y las aldeas, y enseñaba en las sinagogas de ellos, predicaba el evangelio del reino y sanaba toda enfermedad y toda dolencia del pueblo.» (Mateo 9:35).
«le llevaron muchos endemoniados, y él, con su sola palabra, expulsó a los demonios y sanó a todos los enfermos. Esto, para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías: «Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.» (Mateo 8:16-17).
Ten en cuenta que el último versículo en esa lista une el Antiguo Testamento y el Nuevo. Cita a Isaías 53, que nos profetiza que el Mesías traería sanidad a Su pueblo y nos declara que Jesús es el cumplimiento de esa profecía. En otras palabras, nos dice que la sanidad ya no es una promesa del futuro, sino un hecho del pasado. Como dice 1 Pedro 2:24, por las heridas de Jesús «fueron ustedes sanados.».
Cuando Ken y yo recibimos esa revelación por primera vez, ¡cambió nuestras vidas! Nos dimos cuenta de que, si Jesús ya había cargado nuestras enfermedades y dolencias, nosotros ya no éramos los enfermos tratando de convencer a Dios para que nos sanara, sino que ¡éramos sanos y el diablo estaba tratando de robarnos nuestra salud!
Si eres un hijo de Dios nacido de nuevo, lo mismo aplica para ti. La sanación no solamente se te ha prometido; ya te ha sido provista. A través de lo que Jesús hizo en la cruz, el precio se pagó. La sanación te pertenece en este momento, así que adelante: comienza a recibirla.
Toma la receta de Proverbios 4. Deposita la medicina de Dios dentro de ti en tal abundancia, hasta que desborde por tu boca. Desarrolla la fe para conectarte todos los días con el poder sanador de Dios… ¡y vive en sanidad!