Inicialmente, la mayoría de las personas se emocionan cuando descubren que Dios tiene un plan maestro para sus vidas. Sus corazones dan un salto ante la posibilidad de descubrir Su llamado y destino divinos. Ansiosos por perseguir su propósito ordenado por Dios, se atan su calzado deportivo para correr espiritualmente y se preparan para enfrentar la carrera.
Lamentablemente, sin embargo, muchas de esas personas tropiezan y caen, incluso, antes de empezar. Tropiezan con el mismo obstáculo que ha impedido a innumerables personas seguir de todo corazón el Plan Maestro de Dios.
El temor los detiene.
¿A qué le temen?
A varias cosas. Temen que el plan de Dios sea demasiado exigente, o que les cueste más de lo que recibirán como resultado. Temen que el plan de Dios no sea divertido, o que los deje insatisfechos y ajenos de los placeres de la vida. Temen que Dios les pida más de lo que puedan ofrecer.
Pero, según la Biblia, nada podría ser menos cierto. Nos dice una y otra vez que Dios es bueno, y que Sus planes para nosotros son gloriosos. Nos asegura que nos dará los deseos de nuestro corazón y que, cuando las cosas se compliquen, sustituirá nuestra debilidad por Su fortaleza.
He estudiado y predicado mucho sobre la bondad de Dios y he descubierto que muchas personas se quedan totalmente sorprendidas cuando descubren lo bueno que es Dios. Durante años, han creído que todo el dolor y la angustia que han experimentado en la vida ha sido provocada por Dios. A algunos se les ha enseñado religiosamente que Dios envía esos dolores y dificultades para enseñarles una lección. Algunos piensan que Dios podría ayudarlos si quisiera, pero que simplemente no le importan. Otros han sido heridos y decepcionados tantas veces, que han llegado a la conclusión de que Dios está simplemente en contra de ellos, y que realmente les está golpeando la cabeza.
Pero ésta es la verdad: Dios no es la fuente de dolor y sufrimiento en el mundo. Él no es nuestro problema.
Satanás, el enemigo de Dios, es el problema. Él es el que tiene planes de maldad para la gente. Él es el que trata de robarles y destruirlos cada vez que bajan la guardia. Dios se esfuerza por bendecirnos y darnos una vida abundante. Jesús Mismo nos lo dijo en Juan 10:10: «El ladrón no viene sino para robar y matar y destruir. Yo he venido para que tengan y disfruten de la vida, y la tengan en abundancia (hasta la saciedad, hasta que rebose)» (Biblia Amplificada, Edición Clásica).
Jesús dijo que, si nos conectáramos con Su plan amando a Dios con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas, y amando a nuestro prójimo como a nosotros mismos, viviríamos y «disfrutaríamos de una vida activa, bendita e interminable en el reino de Dios» (Lucas 10:28, AMPC). No nos dijo que Dios provocaría cosas malas para Sus hijos obedientes para enseñarles alguna lección. Al contrario, Jesús dijo: «¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pescado, le da una serpiente? Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan!».
El apóstol Pablo se hizo eco de esas verdades cuando escribió: «A los ricos de este siglo mándales que no sean altivos, ni pongan su esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos» (1 Timoteo 6:17, RVC).
Está claro que no es Dios Quien intenta que caigamos en desgracia. No es Él Quien nos acosa con enfermedades, carencias y destrucción. La Biblia contradice rotundamente esa línea de pensamiento. Al contrario, nos asegura que, porque somos Sus hijos y Él es un Padre amoroso, Dios quiere que disfrutemos de la vida. Quiere darnos buenos regalos. Como dice 3 Juan 2, Él quiere que prosperemos y tengamos salud, así como prospera [nuestra] alma.
No creas en la misma mentira de antaño
El diablo, sin embargo, ha estado mintiéndole al pueblo de Dios acerca de Él desde el principio del mundo. Ha estado convenciéndolos de que se salgan del Plan Maestro de Dios, diciéndoles que no se puede confiar plenamente en Él, y que quiere robarles lo mejor de la vida.
Desde el Jardín del Edén, el diablo se ha deslizado sigilosamente para decirle a la gente que, al fin y al cabo, Dios no es realmente bueno. Les ha estado diciendo: “Si me sigues, te mostraré un camino mejor. Te libraré de la esclavitud del mandato de Dios para que puedas vivir realmente la buena vida”.
Eso es lo que les dijo a Adán y a Eva.
Sorprendentemente, ellos le creyeron. Eso, en sí mismo, es una maravilla. Al fin y al cabo, Dios ya les había demostrado Su bondad de todas las formas imaginables. Había creado un mundo para ellos donde todo era bueno. Los había puesto en un lugar hermoso donde todas sus necesidades eran suplidas abundantemente. Su comida crecía en los árboles. No tenían que sembrar ni cosechar. Ni siquiera tenían que cocinar o lavar los platos. Adán tenía una esposa perfecta. Eva tenía un marido perfecto. No existía el dolor, la enfermedad o la pena en sus vidas. Dios les había dado plena comunión con Él y completo dominio sobre la tierra. Su plan maestro para ellos era disfrutar de Sus bendiciones, ser fructíferos, multiplicarse y reinar como reyes sobre este planeta.
¡A eso le llamo un gran plan! ¿Podría alguien querer algo más?
Pero dejaron que el diablo los engañara. Luego, lo escucharon cuando les dijo que el único mandamiento que Dios les había dado tenía como fin privarlos, en lugar de bendecirlos. Creyeron que Dios estaba tratando de alejarlos de las bendiciones al decirles que no comieran del árbol del conocimiento del bien y del mal.
Dejaron que el diablo los convenciera de que él tenía un plan mejor.
Antes de que terminara el día, Adán y Eva descubrieron lo que estaba incluido en su “mejor plan”: la muerte espiritual y la separación de Dios, la oscuridad del pecado y la maldición que viene asociada con él. Si Adán y Eva hubieran elegido el camino de Dios, nunca habrían experimentado la enfermedad, la tristeza o la muerte. No habría habido asesinatos, falta de vivienda o carencia en su familia, como experimentaron más tarde.
Pero tomaron la decisión equivocada. Se salieron del radiante camino de Dios y se metieron en el del diablo, una pendiente resbaladiza que siempre lleva al dolor y a la muerte.
Esa es la diferencia entre el camino de Dios y el del diablo. El camino del diablo a menudo parece bueno al principio: El pecado ofrece placeres pasajeros (Hebreos 11:25). Pero, cuanto más tiempo permanezcas en ese camino, más oscura se volverá tu vida.
El camino del Plan Maestro de Dios es todo lo contrario. Al principio puede parecer menos atractivo. Quizás debas tomar algunas decisiones que parezcan difíciles. Pero, cuanto más tiempo permanezcas en el camino de Dios, mejor y más brillante será tu vida y más bendiciones disfrutarás de parte de Dios.
Como dice Proverbios 4:18: «Pero la senda de los justos es como la aurora:
¡su luz va en aumento, hasta la plenitud del día!»
Prepárate para algunas sorpresas
El brillante camino de Dios –por muy glorioso que sea— es cualquier cosa, menos predecible. Siempre hay sorpresas en el camino. Algunas de las cosas que Dios ha planeado para ti pueden incluso sorprenderte al principio. Pueden ser completamente diferentes de lo que tenías en mente para tu vida. Soy una prueba viviente de ello.
Lo último que pensé es que sería una maestra de la Biblia. Tenía otras ideas para mi vida. Cuando estaba en el secundario, me propuse un trabajo que me permitiera viajar y ganar un poco de dinero en el proceso. Comparado con lo que hago ahora, ese trabajo parece tan lamentable e inferior que parece casi una tontería. Sin embargo, en ese entonces me entusiasmaba. No había estado en ningún sitio. No había hecho gran cosa. Así que me parecía maravilloso.
Tampoco pensaba casarme durante un tiempo. Quería estar sola y, cuando me casara, ciertamente no quería casarme con un predicador. Siempre dije que eso era algo que nunca haría.
En cierto modo, cumplí esa promesa porque Ken parecía cualquier cosa menos un predicador cuando me casé con él. No parecía un predicador, no hablaba como un predicador y no actuaba como tal. Profesionalmente, era un piloto. Socialmente, era un comediante y el alma de todas las fiestas. Así que la parte del predicador estaba bien disimulada.
Aun así, fue un milagro que estuviéramos juntos. Estoy convencida de que la única razón por la que ocurrió fue porque formaba parte del Plan Maestro de Dios para nuestras vidas.
Aunque ninguno de los dos había nacido de nuevo en aquel entonces, Dios conocía nuestros corazones. Él sabía que le responderíamos en el camino. Él conocía el final desde el principio (como sólo Él puede hacerlo), así que en Su misericordia y gracia nos estaba colocando en Su lugar incluso antes de que le entregáramos nuestras vidas.
En realidad, Ken y yo nunca nos hubiéramos conocido si mi padre no hubiera insistido al respecto. Conoció a Ken en una fiesta un sábado por la noche, quedó impresionado con él y quiso presentármelo. Como universitaria, no me hubiera importado nada conocer a los amigos de mi padre. Pero él insistió, así que el domingo por la mañana fuimos a ver a Ken al ático de la compañía de seguros donde se alojaba.
Cuando Ken abrió la puerta, me pareció que una luz brillaba detrás de él. En ese momento, supuse que se trataba de una luz natural procedente de una ventana. Pero años después, cuando volví a ese lugar, me di cuenta de que no había ninguna ventana. La luz que había visto debía ser un tipo de luz sobrenatural.
Mientras los demás charlaban adentro, Ken y yo salimos al balcón que daba a la ciudad y hablamos un rato. Era increíble lo cómoda que me sentía con él. Más tarde, cuando lo llevamos al aeropuerto, caminamos uno al lado del otro y le di unas palmaditas en la espalda como si lo conociera de toda la vida. Luego él se fue a casa, a Texas, y yo volví a la universidad.
Unas seis semanas después, estaba en el apartamento de la universidad un fin de semana. Aunque no había sabido nada de Ken desde que nos conocimos semanas atrás, sabía que me iba a llamar ese fin de semana. Mis padres iban a salir de la ciudad y me invitaron a ir, pero algo –ahora me doy cuenta de que era el Espíritu de Dios— me dijo que no fuera porque ese chico que había conocido semanas antes me llamaría.
Así que me quedé en casa y, efectivamente, me llamó. Tuvimos nuestra primera cita y cuando llegamos a casa esa noche, me acompañó a la puerta he hizo algo que me dejó totalmente atónita. Me preguntó: “¿Quieres casarte conmigo?”
¡Cielos! Ni siquiera me había besado. Me estremeció tanto su abrupta propuesta que, antes de pensarlo siquiera, dije: “De acuerdo.” Luego entré en la casa y cerré la puerta. (Todavía nos reímos de esa abrupta propuesta y aceptación).
Esa noche, después de acostarme, empecé a darme cuenta de lo que había hecho. Me quedé despierta durante horas pensando: ¿Por qué le respondí de esa manera? No quiero casarme. Apenas conozco a este tipo. Sólo he estado con él unas horas. ¿En qué estaba pensando?
Cuando finalmente decidí dormirme, me encogí de hombros. Oh, bueno, pensé, saldré de esta emboscada más adelante.
Han pasado más de 60 años desde entonces y aún no me he salido. Estoy más metida que nunca… y no querría que fuera de otra manera.
Dios puede tener una idea mejor
Tal vez hoy estés como yo, cuando me conecté por primera vez con el Plan Maestro de Dios. Tal vez tengas algunas ideas propias que esperas estén incluidas en el plan de Dios para ti. Eso está bien… pero prepárate para algunas sorpresas porque puede que Dios tenga una idea mejor.
Casarme con Ken no estaba en mi plan, pero sí estaba en el Plan Maestro de Dios para mí. Predicar el evangelio no estaba en el camino que había dispuesto para mí, pero estaba en el camino brillante que Dios había preparado para mí. Esas cosas llegaron como una sorpresa, y han resultado ser bendiciones maravillosas.
La vida que Dios había planeado para mí es más de lo que podría haber soñado cuando era una estudiante universitaria de segundo año a mis 19 años en Arkansas. Esa pequeña carrera que tenía en mente en aquel entonces habría sido un total aburrimiento comparado con lo que Dios tenía en mente. Mirando en retrospectiva, me doy cuenta de que me habría dejado cansada, vacía e insatisfecha.
Dios lo sabía. Él entendía mi corazón mejor que yo.
Ahora, después de años de seguir el brillante camino de Dios para mí, ni siquiera puedo pensar en algo que preferiría hacer distinto a lo que estoy haciendo. No me cambiaría por ningún otro en la tierra. Disfruto mi vida al máximo.
He visto literalmente la promesa que Dios dio en el Salmo 25:12-13 hacerse realidad en mi vida. Dice: «¿Dónde está el hombre que teme al Señor? Dios le enseñará a elegir lo mejor. Vivirá dentro del círculo de bendición de Dios, y sus hijos heredarán la tierra» (La Biblia Viviente).
Yo vivo en el círculo de bendición de Dios… ¡y ese círculo sigue mejorando cada día! V