¿Has visto alguna de las maravillosas BENDICIONES de Dios en la Biblia y te has preguntado si alguna vez tendrás la fe para recibirla? Alguna vez te has preguntado: ¿Podré alguna vez creer que eso sucederá en mi vida?
De ser así, quiero que hoy sepas que la respuesta es: ¡Sí! Como hijo de Dios nacido de nuevo tienes la habilidad de creer y recibir cualquier promesa o provisión mencionada en las escrituras. Puedes tener fe por cualquier cosa que Dios dice en Su PALABRA. ¡Absolutamente todo!
Sin importar cuan imposible luzca tu situación financiera, o cuan endeudado estés—puedes tener fe por prosperidad.
No importa por cuánto tiempo has estado luchando contra esa enfermedad o dolor, o cuan pesimista sea el diagnóstico del doctor—puedes tener fe para ser sano.
No importan cuántas derrotas hayas experimentado en algún área de tu vida—puedes creerle a Dios por esa área. Puedes creerle a Él y a Su PALABRA, vencer cada desafío y convertirte en un testimonio vivo de 1 Juan 5:4: «Porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Y ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe».
“Pero hermano Copeland”, podrías decir, “he probado creerle a Dios en el pasado por algunas cosas y pareciera que no puedo hacerlo. Probablemente yo no tengo en mí lo necesario para lograrlo.”
De hecho, ¡sí lo tienes!
Primero, tienes la fe de Dios, la cual recibiste como un regalo en el momento que recibiste a Jesús como tu SEÑOR (Efesios 2:8). Segundo, tienes acceso a Su PALABRA en abundancia. En cualquier momento en el que lo decidas, puedes abrir tu Biblia y leer el pacto de BENDICIÓN que te pertenece en Cristo Jesús. En cualquier momento, de día o de noche, puedes activar el reproductor de CD o DVD, o sintonizar la cadena BVOVN (NDT: disponible sólo en idioma inglés) y escuchar predicar la PALABRA ungida de Dios.
¡A eso le llamo yo estar equipado para creerle a Dios! Lo tienes todo. La PALABRA de Dios está más disponible ahora de lo que ha estado en toda la historia de la humanidad—y como Romanos 10:17 lo dice: «Así que la fe proviene del oír, y el oír proviene de la palabra de Dios».
Nota que ese versículo no dice que la fe podría provenir. No dice que la fe proviene algunas veces. No; dice que si continúas escuchando y escuchando la PALABRA de Dios, ¡la fe llegará! Punto final. La fe siempre llega, todas las veces, porque es una ley espiritual; y las leyes espirituales son más poderosas y exactas que las leyes naturales. Nunca fallan.
No hace mucho tiempo, estaba compartiendo tiempo con el SEÑOR cuando me dijo: Kenneth, piénsalo de esta manera. Cuando pones agua en la tetera, si la pones en el fuego y la mantienes calentándose, el resultado es certero. No tienes que tocar o sentir el agua todo el tiempo para saber si está subiendo de temperatura. No tienes que confirmar con evidencia sensorial si las leyes termodinámicas están en funcionamiento. Sabes lo que pasará. Si estás al nivel del mar, cuando el agua alcance los 100 grados centígrados (212 grados Fahrenheit) comenzará a hervir. No existe agua que no hierva. No existe tal cosa.
El mismo principio aplica en el ámbito espiritual. ¡No existe una fe que no llega! Si mantienes el fuego ardiendo en la PALABRA que vive en ti, la fe eventualmente hervirá en tu espíritu. No lo sentirás físicamente, porque la fe no se detecta en tu cuerpo natural. Sin embargo, si mantienes la escritura en el fuego, un día tu fe hervirá.
Y cuando lo haga, comenzará a silbar en tu interior como el pico de una tetera. A pesar de que nada en el exterior parezca haber cambiado, en tu corazón sabrás que le has creído a Dios. Podrás exclamar lleno de júbilo y con confianza: “¡La victoria es mía! ¡Ahora mismo!”
Cómo alcanzar el punto de júbilo
“Pero hermano Copeland”, podrías decir, “¿de veras puedo estar seguro de que tengo la victoria antes de que mis circunstancias hayan cambiado?”
Puedes hacerlo cuando tienes fe, porque, como Hebreos 11:1 lo dice: «Ahora bien, tener fe es estar seguro de lo que se espera; es estar convencido de lo que no se ve».
La fe hace que le respondas a la PALABRA de Dios de la misma manera que le respondí a las noticias que recibí en lo natural acerca de una propiedad que Gloria y yo queríamos comprar. Yo había hecho una oferta para comprarla, y después de esperar varios días por una respuesta, nuestro agente de bienes raíces nos llamó y nos dijo: “¡Aceptaron la oferta!”
En ese momento, no habíamos firmado ningún papel. Yo no tenía la más mínima evidencia física de que el acuerdo se había concretado. Sin embargo, lo creía. No me retorcí las manos y le dije a Gloria: “Esperemos, realmente esperemos, que de verdad sea cierto.” Tampoco dije: “Me dijo que aceptaron nuestra oferta, pero esperemos que no cambien de idea.”
Por el contrario, comencé a regocijarme de inmediato. Miré a Gloria y exclamé lleno de confianza: “¡Es nuestra! ¡Lo conseguimos!”
En esa situación en particular, la única seguridad que yo tenía era lo que alguien me había dicho por teléfono. Sin embargo, lo creía y eso era suficiente. ¿Cuánto más debiera ser suficiente para nosotros cuando tenemos la PALABRA de Dios? ¿Cuánto más deberíamos gritar acerca de lo que Él dijo?
¡El pacto de BENDICIÓN de Dios es infinitamente más emocionante que el mejor terreno que alguien pueda comprar! Así que si todavía no estás gritando, empieza a pasar más tiempo en el Pacto. En vez de desanimarte, pon la PALABRA en primer lugar en tu vida y tus horarios. Mantente en ella una y otra vez hasta que la fe llegue.
Si has estado luchando contra la enfermedad o la escasez, encuentra escrituras de sanidad o prosperidad y escríbelas en un anotador o libreta. Después, lleva contigo esa libreta y léela cada vez que tengas una oportunidad durante el día. Léela antes de irte a dormir, y nuevamente en la mañana cuando te despiertes.
En otras palabras, haz lo que Dios dijo en Proverbios 4: «Hijo mío, presta atención a lo que te digo. Escucha atentamente mis palabras. No las pierdas de vista. Déjalas llegar hasta lo profundo de tu corazón, pues traen vida a quienes las encuentran y dan salud a todo el cuerpo» (Versículos 20-22, NTV).
La palabra salud en la última frase del pasaje puede ser traducida como medicina. Me gusta esa versión en particular porque refleja una verdad espiritual vital. La PALABRA de Dios realmente es medicina espiritual –sobrenatural– y cuando se toma de acuerdo a la prescripción, libera Su poder sanador y milagroso, no sólo para tu cuerpo, sino para cualquier área de tu vida.
Sólo las escrituras de sanidad que escribiste en tu libreta serán suficientes para sanar toda enfermedad y dolencia existente. Tan solo esa pequeña lista que llevas en el bolsillo puede usarse para curar a cada persona que sufre en el mundo. ¡Una PALABRA de parte de Dios puede cambiar la vida de alguien para siempre… así que tan solo piensa lo que un libro completo de escrituras puede hacer!
Éstas pueden conectar a cualquier persona, en cualquier lugar, con el poder sanador de Dios, porque ese poder está disponible en todo el planeta. Ha estado disponible las 24 horas del día, los 7 días de la semana, desde el día de Pentecostés. Ahora mismo Dios está presente para sanar en cada hospital de la Tierra. Él está presente en cada hotel, en cada negocio, en cada hogar y en cada esquina de la calle.
En cualquier lugar en el que puedas encontrar a una persona, ¡el Dios viviente ya está presente! Él está a una distancia menor que un suspiro, y cualquiera en cualquier lugar, y en cualquier momento, puede recibir de Su parte.
Lo único que se necesita es fe.
Mételo en tu sistema
A pesar de que puedes abrirle la puerta a la fe para que llegue al crear una libreta llena de escrituras (o una lista de escrituras en tu celular, o tableta), me gustaría enfatizar que ese es tan solo el comienzo. También necesitas practicar el leerlas una y otra vez. Aun si has llegado al punto de memorizarlas, mantenlas a la vista. Mantente leyéndolas y meditándolas.
No cometas el error de tan solo dejarlas en el bolsillo o sobre tu mesa de noche. Eso no te hará ningún bien. Es como comprar la receta médica, y rehusarte a tomarla.
Seguro puedes imaginarte lo que te diría el doctor si cometieras un error semejante. Si compras la receta que te prescribió y nunca abres el frasco de pastillas, cuando vuelvas a tu próxima cita, te dirá: “¡No se nota ninguna mejoría! ¿Ha tomado la medicina?”
“No, pero la tengo al lado de la cama. De esa manera siempre sé adónde está.”
“¿Qué?”, exclamará, a continuación. “Esa medicina no lo ayudará sólo por tenerla! Debe tomarla de acuerdo a la prescripción. Debe ponerla en su sistema para que pueda cumplir su función”.
Lo mismo es cierto cuando se trata de la medicina de la PALABRA de Dios. Para que funcione en ti, tienes que ponerla en el sistema de tu espíritu, alma y cuerpo. Tienes que inclinar tu oído hacia ella, no apartar tus ojos de ella, mantenerla en lo profundo de tu corazón. Tienes que hacer que sea autoridad final sobre tu vida, para que cuando leas que por las llagas de Jesús fuiste sano, no lo discutas, sino que estés de acuerdo. Dirás: “¡La PALABRA dice que estoy sano, así que estoy sano!”
“Pero, hermano Copeland, ¿qué pasa si todavía siento dolor en mi cuerpo, aun a pesar de que digo que estoy sano?”
Déjame decirte algo: El dolor es un factor temporal; las escrituras son una verdad eterna. Si te apegas a la verdad, ésta cambiará los hechos. Como Jesús lo dijo: «y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres» (Juan 8:32, Reina Valera Contemporánea).
Lo he visto en la práctica una y otra vez. Por ejemplo: conozco a un hombre que fue literalmente libre por depositar su fe en la verdad, ¡libre de las rejas de una celda! Su nombre es Gene Neill.* Antes de ser salvo, Gene era un abogado criminal muy renombrado. También era un ladrón.
Mientras defendía criminales en la corte, por detrás orquestaba robos a bancos. Eventualmente lo atraparon y lo sentenciaron a 50 años de confinamiento solitario.
Cuando lo pusieron tras las rejas, cerraron la puerta y le dijeron: “Te vemos en medio siglo, ¡vivo!”
Su esposa era una creyente; así que, mientras él estaba en la prisión, ella estaba en su casa orando por él. Como resultado, terminó naciendo de nuevo y aprendiendo la PALABRA. Después de un tiempo, llegó la fe y las cosas empezaron a cambiar.
Primero, lo quitaron del confinamiento solitario. Después, su sentencia fue enmendada para darle un trato ligeramente mejor. Luego, unos años más tarde (no sé exactamente cuántos, pero ciertamente no fueron 50), un día un guardia vino a buscarlo; lo llevó a la oficina y lo procesaron para salir de la prisión. Su liberación fue tan repentina que ni siquiera tuvo tiempo de llamar a alguien para que lo recogieran.
Yo lo escuché mientras daba su testimonio a Paul Crouch en televisión años más tarde. “Gene, tú eres un abogado”, le dijo Paul. “¿Alguna vez investigaste porqué te dejaron salir?
“¡No!”, le respondió entre risas. “No estoy seguro si saben que ya no estoy encerrado.”
Esa es la clase de cosas que suceden cuando continúas escuchando la verdad de la PALABRA de Dios. ¡Repentinamente llega la fe! ¡La revelación de la verdad hierve en tu interior, el silbato de tu tetera espiritual se dispara, y sabes que eres libre!
Una vez que sabes que eres libre por dentro, no pasará mucho tiempo para que seas libre en el exterior, porque esa es la victoria que vence al mundo—¡nuestra fe!
Podrías preguntar: “Pero, ¿cómo sabré cuando ha llegado la fe?”
La única manera en la que puedo explicarlo es como cuando te enamoras. ¡Cuando sucede, simplemente lo sabes! Si has estado creyendo por sanidad, a pesar de que es posible que todavía sientas el dolor y los otros síntomas de la enfermedad, repentinamente las cosas te parecerán distintas. De una vez por todas sabrás con total seguridad (sabes que lo sabes) que eres sano. Tendrás esa sonrisa graciosa en tu rostro y dirás: “Te diré algo: iré a esta reunión de sanidad, y en el momento en el que alguien me imponga las manos esta noche, ¡recibiré mi sanidad!”
Recuerdo al hermano Kenneth E. Hagin contando la historia de un hombre que se apegó a la PALABRA de Dios hasta que llegó a ese punto. Durante varios días, asistió a una reunión de sanidad tras otra. Cada vez pasó para que oraran por él, sin recibir ningún resultado. El hermano Hagin casi se preguntaba por qué continuaba viniendo. “Imponerle las manos era como poner las manos sobre una cerradura”, dijo. “No había ninguna chispa espiritual.”
Sin embargo, a pesar de las circunstancias, el hombre no se daba por vencido. Seguía asistiendo a las reuniones y escuchando la PALABRA una y otra vez. Eventualmente, una tarde apareció temprano con una alegría contagiosa. “Seré sano esta noche”, le dijo al pastor. “Ya lo verás. Cuando el hermano Hagin me imponga las manos recibiré, ¡porque ahora sé que la sanidad me pertenece!”
Y de hecho, eso fue lo que sucedió. ¿Por qué? ¡Porque la fe llegó!
De la misma manera, también llegará para ti. Así que nunca te des por vencido. No te dejes mover por lo que ves o lo que sientes. Mantente leyendo y prestándole atención a la PALABRA. ¡Tómala cada día de acuerdo a la prescripción y sucederá en tu vida!
LA FE ASOCIADA CON LA PACIENCIA DAN FRUTOS EN MIS FINANZAS Y BIENES, AMEN.
ANDRES BUSTOS