El sol se cernía sobre el horizonte proyectando largas sombras, mientras Duane y Lisa Flanagain paseaban por la encantadora plaza de Granbury, Texas. Su viaje de fin de semana había sido una distracción agradable para sus ocupadas vidas en Fort Worth. Se rieron, hablaron y se relajaron.
Para ser más precisos, Lisa se había relajado. Duane se sentía tan tenso como las cuerdas de la guitarra que alguien rasgueaba en las cercanías. Tener tiempo libre le daba demasiado espacio para pensar el tipo de pensamientos que lo frustraban y ponían nervioso.
Lisa charló durante la cena mientras Duane reflexionaba sobre aquello que le molestaba. Él había disfrutado de una vida maravillosa. Al menos desde que se había recuperado del dolor abrasador de la muerte de su madre, algo que un niño de 13 años no sabía cómo procesar. Con sus tres hermanos mayores ahora adultos y fuera de casa, Duane y su padre habían forjado una vida independiente.
Habían pasado ya 10 años desde que Duane se había graduado de la escuela secundaria y se había ido a trabajar para los Ministerios Kenneth Copeland en junio de 1983. Lo habían contratado para trabajar en el centro de distribución de correo sin siquiera pasar por el departamento de recursos humanos. Estaba ocupado pasando cartas a través de la máquina procesadora cuando alguien dejó caer una pila de papeles en la máquina y le dijo: “Tienes que firmar esto”. Duane levantó la vista para ver a Lisa, empleada en el departamento de recursos humanos. En el instante en que la miró a los ojos se sintió flechado. En el caso de Lisa, no tanto. Al principio ella se había negado a salir con él. Pero finalmente, Duane se la ganó. Ahora habían estado casados por nueve maravillosos años. No era un mal comienzo de su viaje de 10 años con KCM, el cual llevaría a Duane a un gran número de asignaciones laborales. Después de su paso por el centro de distribución de correo, Duane fue asignado al departamento de transporte. Y cuando las cosas estaban lentas allí, ayudó en telecomunicaciones.
En 1986, cuando KCM trasladó sus oficinas desde Beach Street en el sur de Fort Worth a su nueva sede en Newark, al norte de la misma ciudad en Eagle Mountain Lake, Duane había sido uno de los hombres asignados para poner en marcha el sistema telefónico. También se le dio la oportunidad de conducir uno de los impresionantes camiones de 18 ruedas del ministerio a las reuniones de KCM: un sueño hecho realidad. En las reuniones ayudó a organizar escenarios, trabajó en las mesas de libros y se desempeñó como fotógrafo. En 1991 se convirtió en el encargado de compras, adquiriendo materiales impresos para el ministerio, y luego pasó a comprar computadoras, productos electrónicos, sistemas de alarma y vehículos.
Duane aprendió mucho de cada trabajo. Disfrutó mientras trabajaba, amó a la gente, creyó el mensaje y el mandato del ministerio, y honró a Kenneth y Gloria Copeland. Pero, a pesar de que 10 años en KCM lo habían convertido en alguien que podía hacer muchas cosas, Duane sentía que no era experto en ninguna de ellas.
Su frustración se basaba en una pregunta candente: ¿Qué quería Dios que hiciera con su vida?
“¿Algo te molesta?”, le preguntó Lisa. “Me preocupa no hacer lo que Dios quiere que haga con mi vida.”
“¿Qué te gustaría hacer con tu vida?”
“Quiero ser piloto.”
Finalmente lo había dicho en voz alta.
Lisa se reclinó sobre la mesa y le dijo: “Entonces, eso es lo que tienes que hacer.”
Ella lo hizo sonar demasiado simple.
Un paso a la vez
“El deseo de mi corazón no era solo volar; quería volar para el ministerio”, comenta Duane. Era una semilla que había sido plantada en él de niño.
“Vivíamos en la calle del aeropuerto Spinks de Fort Worth”, recuerda. “Algunos de mis mejores recuerdos fueron sentarnos en sillas de jardín en el patio, comiendo sandía y viendo a los Thunderbirds volar en las exhibiciones aéreas. Todos los días los aviones sobrevolaban el área. Fue entonces cuando me enamoré de la aviación. Después de que mi madre murió, los padres de mi amigo Dean me tomaron bajo su ala. Me llevaron a la iglesia con ellos. Eran colaboradores con los Ministerios KCM y Jerry Savelle. Ellos escuchaban cintas de enseñanza y me compraron la mías, las cuales escuchaba en un estéreo en mi habitación.
“Cuando estábamos en la escuela secundaria, Jerry Savelle comenzó el Colegio Overcoming Faith Center Christian (OFC por sus siglas en el idioma inglés). Los padres de Dean lo matricularon, y él me pidió que verificara si mi padre me dejaba ir. No pensé que hubiera muchas posibilidades de eso. Mi papá era un trabajador siderúrgico. Se levantaba a las 3:30 de la mañana y se iba a trabajar a las 5:30. El dinero era escaso, y no podía imaginarlo pagando la matrícula cuando podía ir a la escuela pública gratuita. Pero estaba equivocado; papá me dejó ir. Los principios espirituales que aprendí en esa escuela cambiaron mi vida. Conocí a las hijas de Jerry Savelle: Jerriann y Terri. También conocí a John y Kellie Copeland, quienes también asistieron a OFC. Mientras iba de visita a su casa, el hermano Copeland siempre fue muy amable al responder mis preguntas con gran paciencia.
“Todavía recuerdo una fría mañana de invierno cuando el padre de Dean, que era piloto y volaba en viajes misioneros, nos llevó a él, a su hermano y a mí en su avión. Me hizo sentar en el asiento del copiloto. Después de un rato, me dijo: ‘Duane, ¿por qué no vuelas por un minuto?’ En el momento en que tomé el control del avión, con cada célula de mi ser supe que quería ser piloto”.
El siguiente paso lógico
Después de su viaje a Granbury, Duane dio el siguiente paso hacia el cumplimiento de su sueño. Se inscribió para tomar clases de vuelo por las tardes y fines de semana, ya que tenía el dinero para hacerlo. Le tomó un tiempo, pero finalmente obtuvo su licencia de piloto privado.
Tener la licencia fue un buen comienzo, pero vino con ciertas restricciones: a Duane solo se le permitía volar sin fines comerciales y con buen clima. Para avanzar como piloto, la cantidad de horas de vuelo necesarias eran cruciales. Duane tenía menos de 100 horas acumuladas, lo que casi equivalía a nada.
En 1997, John Copeland se convirtió en CEO de KCM y Duane hizo una cita para verlo.
“Quería que supieras que he obtenido mi licencia de piloto privado”, le dijo Duane. “Si alguna vez tienen un puesto abierto para un piloto en aviación, me gustaría ser considerado”.
Los ojos de John rebosaban de amabilidad, recuerda Duane.
Con voz suave, le dijo: “Duane, no tienes suficiente tiempo de vuelo”.
“Lo sé”, admitió Duane. “Pero tengo el corazón.”
Puertas Cerradas
Duane tuvo la oportunidad de buscar trabajo en otros departamentos, pero sabía en su corazón que se suponía que debía trabajar en aviación. Un día, mientras revisaba los listados de trabajo para ver qué había disponible, Duane encontró una oportunidad en el departamento de limpieza de aviación. No le importaba lo que hiciera mientras estuviera cerca de un avión.
Llamando a Lisa, le dijo: “¡Hay una oportunidad en aviación!”
“¿Haciendo qué?”
“Limpiando los aviones.”
“Duane, no creo que sea para ti”, le dijo Lisa. “Si Dios te va a enviar al departamento de aviación, será un ascenso.”
Eso no era lo que él quería escuchar.
“Estaba tan frustrado”, recuerda Duane. “Estaba casi enojado con ella, pero no ignoraría su consejo. Por lo tanto, no apliqué para ese puesto”.
“Durante ese tiempo, leí y medité en el libro de Jerry Savelle, titulado “Haciendo realidad tus sueños” (Turning Your Dreams Into Reality). Me inspiró a aferrarme y a no renunciar a mi sueño. Entonces comenzaron a suceder cosas extrañas e inexplicables. Era como si pudiera decir que las cosas se movían a mi alrededor en el espíritu, pero no tenía idea del porqué”.
“Un tiempo después, decidí tomarme un descanso del trabajo para orar y arreglar algunas cosas en la casa. Estuve en casa por varios días cuando me tocó ir a comprar algo a la tienda Home Depot. Estaba en la parte trasera de la tienda cuando escuché un anuncio por el altavoz: ‘Sr. Duane Flanagain, por favor acérquese al servicio de atención al cliente’. Cuando llegué, alguien me entregó un teléfono. Lisa estaba en la línea. ‘John acaba de llamar’, me dijo. ‘Quiere que lo llames’”.
Una puerta de oportunidad que se abre
Duane llamó a John y los dos se reunieron en la propiedad de KCM donde John estaba montando a caballo.
“Duane, el gerente de aviación de KCM se va para dirigir nuestra oficina en Australia. El trabajo del administrador está abierto. Si quieres una oportunidad, ya la tienes. Pero tengo que decirte que, si no funciona, volverás al departamento de compras”.
Duane se sintió entumecido.
Sabía que John no le habría dado una oportunidad sin la aprobación del hermano Copeland. Sabía que, en papel, no estaba calificado para el puesto y que cada avión en el hangar estaba por encima de su conjunto de habilidades. Pero Duane también sabía que tenía el corazón. Él había aprendido de los Copeland cómo operar en integridad, fidelidad y espíritu de excelencia. Él nació para hacer este trabajo.
Cuando comenzó su nuevo puesto como gerente de aviación de KCM, Duane recuerda que el hermano Copeland lo apartó y le recordó Zacarías 4:10: No menosprecien estos modestos comienzos, pues el Señor se alegrará cuando vea que el trabajo se inicia.
“Duane, nunca te sientas intimidado”, le dijo el hermano Copeland. “Todos comenzamos en el mismo lugar. En cero horas de vuelo. Trabajaré contigo y te enseñaré”.
“Sí, Capitán”, respondió Duane, aliviado sin medida.
“Eso es exactamente lo que hizo”, Duane comenta. “Es un piloto increíble y un gran maestro”. Un día estábamos sobrevolando el aeropuerto de Spinks cuando señalé la ventana de la cabina y le dije: ‘Esa es la casa donde crecí. Solía sentarme afuera y ver los aviones despegar y aterrizar’”.
“Duane, durante ese mismo tiempo, ese es el mismo aeropuerto donde se basó nuestro primer avión ministerial”, dijo el hermano Copeland.
Duane se dio cuenta de que el hermano Copeland habría tenido que manejar por su calle, y pasar en frente de su casa, cada vez que iba al aeropuerto. También se dio cuenta de que el hermano Copeland había sido uno de los pilotos que había visto y admirado desde su patio trasero. Sintió un escalofrío en el cuello.”
Una Bendición Doble
“El hermano Copeland apoyó con fidelidad el ministerio de prisión de Mike Barber”, recuerda Duane. “En ese momento, Mike conducía a las cárceles”, comenta. “El hermano Copeland decidió ayudar a Mike proporcionándole un avión Beechcraft Bonanza y me asignó el vuelo. No sólo había bendecido a Mike, sino que me había bendecido porque tenía todas las horas de vuelo que necesitaba y más. Esas horas me permitieron entrenar para volar aviones más grandes”.
En preparación para el Citación X, el nuevo jet que KCM había adquirido, el hermano Copeland y Duane pasaron por tres semanas de entrenamiento intenso juntos.
“El avión es muy rápido y ágil”, Duane comenta. “Durante un tiempo, fue el avión civil más rápido en producción. Lo llamamos la máquina del tiempo. Esta herramienta de ministerio proporcionó la capacidad de recorrer distancias mucho mayores en mucho menos tiempo”. Al hermano Copeland le gusta decir: más alto, más lejos, más rápido.
“Una noche volábamos de regreso a KCM en el Citación X y tuvimos un viaje verdaderamente lleno de turbulencia”, recuerda Duane. “El Capitán Copeland estaba volando, y yo era copiloto. La turbulencia era tan brusca que tuve problemas para accionar la perilla y cambiar la frecuencia de la radio. Oí el sonido que anunciaba que había apagado el piloto automático. Hoy en día, la mayoría de los pilotos lo habrían mantenido encendido. Pero es un piloto tan excelente que voló manualmente ese avión a través de la turbulencia y mantuvo su rumbo y altitud sin ninguna desviación”.
Entrenar y volar junto al hermano Copeland no solo tuvo sus beneficios prácticos para Duane, sino que también comenzó a experimentar de primera mano cómo el hermano Copeland aplica rápidamente su fe en situaciones cotidianas. En una ocasión, recordó Duane, el hermano Copeland estaba predicando un servicio matutino mientras Duane conducía al aeropuerto para preparar el Citación X para la partida. Quitó la llave de la puerta de la cabina y movió el pestillo de la puerta para abrirla, pero la puerta no se movió. Duane intentó todo lo que sabía para abrir la puerta, pero sin éxito.
Al llamar al asistente del hermano Copeland, Duane preguntó: “¿Todavía está predicando?”
“Sí, pero el servicio está a punto de terminar.”
“Llévenlo al hotel y pídanle que me llame.”
“¿Qué pasa?”, preguntó el hermano Copeland al telefonear a Duane.
“Capitán, no puedo abrir la puerta de la cabina”, explicó Duane. “Hemos estado intentando durante dos horas.”
“Estoy saliendo hacia el aeropuerto.”
En el camino, el hermano Copeland volvió a telefonear a Duane.
“¿Recuerdas que Romanos 8:28 dice que todas las cosas funcionan en conjunto para bien a los que aman a Dios y son llamados según su propósito?”, me dijo.
“Sí señor.”
“Esa puerta es una cosa”, dijo el hermano Copeland. “¿Amamos a Dios? ¿Somos llamados según Su propósito?”
“Sí.”
“OK, oremos de esa manera.”
Mientras oraban, Duane regresó a la puerta de la cabina. Una vez más, quitó el seguro de la puerta y movió el pestillo.
Esta vez, ¡la puerta se abrió!
El ministerio en su mente
“El hermano Copeland aprovecha cada oportunidad para enseñarnos cómo operar en la Palabra de Dios”, explica Duane. “Pudo haber orado con el mismo resultado, pero me dejó ser parte de la solución. Lo que hace no es solo un trabajo. Su mente permanece en las oportunidades de ministerio.”
“En otra ocasión”, recuerda Duane, “estábamos en Nigeria haciendo que el avión se reabasteciera de combustible para la partida, cuando algunos de los empleados del aeropuerto local preguntaron si el hermano Copeland oraría por ellos. Él ya estaba a bordo. Cuando pregunté, se levantó de un salto y dijo: ‘Por supuesto que sí’”.
“Afuera, encontramos varios hombres arrodillados sobre ambas rodillas. Ninguno de ellos había asistido a su reunión, pero tenían hambre por una oración. Otro hombre vio lo que estaba sucediendo y se unió a ellos. El hermano Copeland ungió a cada hombre con aceite y oró por cada uno.”
“Los aviones no son más que una herramienta para él. Le permiten llegar a más personas. Su corazón no está en la herramienta; su corazón está en la gente. De eso se trata todo para él. Estaba tan feliz orando por ese puñado de hombres en el asfalto como cuando predicaba ante una multitud de más de 100.000 horas antes. Él es la persona más amable y generosa que haya conocido”.
Lisa trabaja en aviación con Duane, donde coordina los detalles de cada vuelo, incluida la programación de los aviones y los pilotos. Tanto ella como Duane siempre están listos para ayudar a los Copeland con sus necesidades de aviación, cada día de la semana y el año.
En ocasiones, el hermano Copeland llama mientras está de vacaciones.
“Capitán”, responde Duane, “¿qué pasa?”
“Oh, sólo extraño escuchar tu voz. ¿Cómo están las cosas?”
Protegiendo la Unción
Todo el equipo de aviación trabaja estrechamente con el hermano Copeland. Para planear vuelos internacionales, trabajan con meses de anticipación. Hay muchas cosas que considerar, como los requisitos de permisos, las barreras del idioma, las restricciones del aeropuerto y la seguridad, especialmente en ciertas áreas y ubicaciones remotas, donde el combustible de la aeronave no siempre está disponible.
Nuestro equipo de aviación en tierra desempeña un papel vital para mantener el avión de KCM en estado de preparación para la misión. Mantienen un alto nivel de integridad y fidelidad a la misión de los Copeland y KCM. Ellos son una parte integral de cada vuelo.
“Nos esforzamos por mantenernos siempre en sintonía con el Espíritu Santo”, Duane comenta. “Durante nuestras sesiones de planificación previas al viaje, todos trabajamos juntos para garantizar que tomamos las mejores decisiones con respecto a cada aspecto de una misión futura”.
“Mi objetivo es mantener seguros a los Copeland y a otros pasajeros y proporcionar un entorno, tanto en el hangar como en el aire, que respalde y proteja la Unción. Su seguridad física y la protección de la Unción son mis dos prioridades principales. Siempre.”
“La incorporación del Gulfstream V ha sido algo grandioso para el ministerio. Es mucho más grande que el Citation X y transportará a mucha más gente. Debido a su tamaño, no es tan rápido como este último; sin embargo, la mayor ventaja que tiene es que su alcance es superior a las 13 horas. En el pasado tuvimos que detenernos para repostar al menos una vez para volar a Europa, y dos veces si nos encontrábamos con condiciones climáticas adversas en la ruta. Con el Gulfstream, podemos volar sin escalas a Europa y a muchos otros lugares del mundo. Es una herramienta mucho más eficiente para nuestras misiones ministeriales internacionales”.
“Cuando el hermano Copeland creía en el primer avión a reacción de KCM, el Señor lo hizo mantenerse firme en Isaías 58:14, que dice: «Entonces hallarás tu deleite en mí. Yo, el Señor, te llevaré a las alturas de la tierra». El equipo de aviación de KCM continúa usando esta escritura como nuestra escritura base.”
“A veces me pregunto dónde estaría si no me hubiera conectado con KCM. No me gusta pensar en eso, porque no creo que estaría viviendo mi sueño. Es dudoso que mi familia hubiera aprendido a vivir por fe. Es posible que nunca hubiera conocido a Lisa. Antes de empezar a trabajar en aviación, aprendimos a través de las enseñanzas de Copeland, las cuáles escuchábamos todo el tiempo. Sin embargo, ahora vemos a los Copeland y aprendemos con el ejemplo”.
“Puedo asegurarte una cosa: los Copeland son exactamente las mismas personas en privado que en el púlpito. Su resistencia es increíble. Casi tengo que correr para seguir el ritmo del Capitán.” “He estado con el ministerio por 35 años. Los primeros 14 fueron una preparación para el propósito. He estado volando para él durante 21 años, y su oración previa a un vuelo nunca ha variado una sola vez. Cada vez que aborda un avión, se detiene y ora sobre el avión. Luego ora por todos sus colaboradores y amigos del ministerio. Luego ora por un vuelo seguro”.
Duane y Lisa Flanagain están viviendo su sueño.