Parecía como si las manecillas del reloj se hubieran paralizado, a medida que la noche se alargaba. El edificio estaba en completo silencio. Robert Nichols —a sus 27 años—, estaba sentado en su oficina, acariciando un CD de Kenneth Copeland de la “Convención de los Grandes Lagos 2005: Desbordamiento de Prosperidad”. Su mamá le había obsequiado una colección de audio de las reuniones del año previo, pero él y su esposa, Tamara, pensaron que no necesitaban escucharlos. Por un año, esos CDs habían permanecido en el mesón de su casa. Ahora, sabían que era importante que lo hicieran, y Robert los había traído consigo al tercer turno de su trabajo, todavía considerando escucharlos mientras trabajaba.
¿Qué era lo que estaba mal ?
Él se había comprometido con el Señor y a hacer todo lo que fuera correcto. Durante su tiempo en la universidad, había pertenecido al equipo de fútbol americano y era considerado como un referente, disfrutando en fiestas y divirtiéndose a lo grande. Sin embargo, tan pronto se dio cuenta que estaba siendo absorbido por esa cultura, abandonó la universidad, regresó a casa y se sumergió en la Palabra de Dios. Él se había dedicado a servir en la iglesia a la que asistía desde el bachillerato.
Desde el día en que se casaron, Robert y Tamara habían tenido un solo propósito y estaban comprometidos en buscar al Señor.
Y ahora, él se daba cuenta que ése era el problema.
Estaban haciendo todo lo que habían aprendido… pero les faltaba “algo”. Estaban hambrientos por más. ¿No decía Mateo 5:6 que todo aquel que persiguiera la justicia sería satisfecho? Robert y Tamara estaban buscando al Señor en tiempos de adoración privada y a través de la Palabra de Dios. Estaban sirviendo en la iglesia… y aún se sentían tan hambrientos por más.
Robert empujó el CD a un lado y se refregó la cara con sus manos, recordando lo que sus pastores enseñaban: era incorrecto escuchar cualquier mensaje que no proviniera de su propio púlpito sin aprobación previa. Y aun así, jamás se había sentido tan obligado a hacer algo que sabía estaba mal. Suspirando profundamente y convencido de hacerlo, puso el CD en el reproductor, y lo encendió.
Encendido por la fe
“Cuando escuché ese primer CD sentí como si hubiera dado un paso hacia la luz” recuerda Robert. “Le habíamos estado pidiendo a Dios por más, y nunca nos imaginamos que la respuesta había estado todo el tiempo sobre el mesón. Llamé a Tamara y le dije: ‘¡tienes que escuchar esto!’”
“Cuando ella llegó a casa después del trabajo como profesora de educación especial, escuchamos la colección completa de audio de los Grandes Lagos. Lo que escuchamos cambió nuestras vidas. Empezamos a aprender acerca del poder de nuestras palabras y la importancia de que éstas se alineen con la Palabra de Dios. ¡Empezamos a aprender cómo vivir por fe!”
Sin embargo, al mismo tiempo, Robert y Tamara recordaban lo importante que era honrar a sus pastores.
“A pesar de que estábamos determinados a honrarlos siempre, el Señor también nos enfatizó que teníamos que dejar de preocuparnos por lo que las otras personas pensaran, y hacer que la opinión de Dios fuera nuestra prioridad número uno. Se dijeron muchas cosas que no eran ciertas acerca de nosotros, pero escogimos no ofendernos. Asistíamos a la iglesia haciendo lo que ellos querían. Pero durante nuestro tiempo personal, escogimos vivir por fe en la manera en la que estábamos aprendiendo del hermano Copeland”.
Mientras practicaban los principios de la prosperidad, decidieron usar el salario anual completo de Tamara como una semilla, además del diezmo regular. Ellos ofrendaban de la manera en la que Dios los guiaba, comprando un auto para una persona en cierta oportunidad.
Además de su trabajo regular, cada Agosto Robert lideraba un campamento de fútbol americano para jóvenes encarcelados en una prisión de máxima seguridad. Frecuentemente, la ira y la rabia estallaban en peleas y por esa razón, el director del lugar mantenía una proporción de un agente de seguridad por cada ocho jóvenes. Sin embargo, en la cancha de fútbol, Robert y su ayudante trabajaban con más de 40 jóvenes, y no se presentaba ni una sola pelea. Esto era algo tan inusual, que el superintendente trajo a un grupo de oficiales del estado para que observaran.
Una conexión divina
Durante el 2006, 2007 y comienzos del 2008, el Señor mantuvo a Robert y a Tamara en una clase de campamento espiritual. Ellos escuchaban la Palabra y estudiaban sus Biblias, sembraban, ofrendaban y rehusaban la ofensa. Sin embargo, de repente parecía como si todo se estuviera cayendo a pedazos.
El empleador de Robert perdió un contrato y Robert quedó sin trabajo. Comenzaron un negocio nuevo para neutralizar la diferencia, pero poco tiempo después los golpeó una nueva decepción. Después de tres años, los jóvenes de la prisión perdieron su financiación y no pudo continuar su campamento de fútbol.
Como resultado, Robert tenía una semana en Agosto en la que no tenía nada que hacer.
Sin embargo, eso terminó siendo algo positivo.
Un día, mientras visitaba la página de internet de KCM, Tamara descubrió que la Convención de Creyentes de los Grandes Lagos se realizaría en Milwaukee esa misma semana y decidieron asistir. La pareja llenó su auto y manejó durante 19 horas y media, directo hacia la convención.
“La primera noche de la convención, el hermano Copeland habló acerca de su paso por la Universidad de Oral Robets, cuando el Señor le había dicho: ‘Estoy listo para ti y estoy listo para ti ahora mismo’”, recuerda Robert. “En la audiencia, Tamara y yo habíamos escuchado al Señor hablarnos esas palabras en nuestros corazones. Era como, ‘Espera, ¿Qué? ¿Ahora?’”
“Durante esas reuniones el Señor nos confirmó que nos estaba llamando al ministerio y que quería que dejáramos nuestra iglesia. El hermano Copeland compartió algunas cosas que nos ayudaron a entender porqué necesitábamos irnos; sin embargo, eso no era algo fácil para nosotros. Nuestros pastores eran los padres de uno de mis mejores amigos y los amábamos”, comenta Robert.
“El resto de esa semana estuvimos tan estupefactos que difícilmente dormimos. Escuchamos al hermano Copeland contar que cuando él y Gloria tenían que tomar alguna decisión importante, se sentaban y tomaban comunión al respecto. Así que fuimos a la habitación de nuestro hotel, y le pedimos a Dios que nos ayudara, tomando comunión. El Señor nos dijo: ‘el hermano Jerry tiene algo para ustedes’”.
Una impartición de la unción
En la mañana del jueves, el Señor le indicó a Jerry Savelle que debía imponer sus manos sobre la gente e impartir la unción de levantarse y triunfar sobre las circunstancias que los habían estado deteniendo. También mencionó la unción ministerial.
Sus pastores estaban fuera de la ciudad, y Robert debía predicar el domingo en la mañana, así que viajaron después del servicio del viernes en la noche para llegar a tiempo a casa. Durante el largo viaje, Robert y Tamara negociaron con Dios acerca de lanzarse al ministerio.
“Señor, estamos comprometidos a colaborar en varios eventos que están por suceder. ¿Podemos esperar hasta fin de año?”
No, háganlo ahora.
“Bueno, ¿Qué tal en Noviembre?”
Ahora.
Ellos lloraron todo el camino de regreso, sin saber qué pasaría. Lo único que sabían era que cualquiera que abandonaba su iglesia, era rechazado.
Robert predicó ese domingo en la mañana, mirando a la congregación y sabiendo que ésa sería la última vez que les hablaría. Cuando los pastores regresaron, Robert y Tamara fueron a reunirse con ellos.
Deteniéndose en frente de su casa, Robert miró a Tamara.
“No estamos entrando allí para convencerlos. Estamos viniendo para informarles en forma respetuosa lo que Dios nos ha dicho”, le dijo. “No habrá ninguna discusión, ningún ida y vuelta. Actuaremos con amor”.
Con lágrimas en sus mejillas, Robert y Tamara les dijeron a sus pastores lo que Dios les había dicho y cuánto los amaban.
En respuesta, sus pastores les dijeron que no podían regresar.
Caminando en amor
“A la gente de la iglesia le dijeron que nosotros estábamos desobedeciendo a Dios y que nuestras vidas estaban en peligro”, comenta Tamara. “Perdimos todas nuestras amistades. Ahora éramos tan solo Robert y yo, sin saber qué era lo que se suponía que hiciéramos ahora. Pero, porque obedecimos a Dios, una paz grandísima recayó sobre nosotros”.
“Durante el resto del 2008 hasta Enero del 2009, era tan solo KCM y nosotros, mientras continuábamos aprendiendo y creciendo. Dios usó al hermano Copeland para enderezarnos y remover de nosotros muchísimas enseñanzas e incredulidad, de modo que éstas no fueran a salir de nuestra boca a la vida de otras personas cuando diéramos un paso a nuestro ministerio público”.
“Durante ese tiempo, el Señor nos dirigió a que llamáramos a las personas que habían dejado nuestra iglesia y a las que nosotros habíamos rechazado. Los llamamos y nos disculpamos. Muchos de ellos continuaron enojados y ofendidos, pero nosotros estábamos siendo liberados”.
“Obtuvimos nuestra inscripción oficial como organización sin ánimo de lucro y empezamos Word of Faith Ministries (Ministerios de la Palabra de fe), teniendo nuestro primer servicio en Enero del 2009. Durante los siguientes seis años teníamos un lugar para servicios y pastoreábamos a la gente. Durante ese tiempo, también estudiamos en el colegio del Ministerio de Jerry Savelle. Nos graduamos en el 2012 y fuimos ordenados en el 2013”.
Una de las escrituras que se hizo viva para Robert y Tamara fue el Salmo 5:11-12: “Pero que se alegren todos los que en ti buscan refugio; ¡que canten siempre jubilosos! Extiende tu protección, y que en ti se regocijen todos los que aman tu nombre. Porque tú, Señor, bendices a los justos; cual escudo los rodeas con tu buena voluntad” (NVI).
“¡Recibimos la revelación de que el favor de Dios es un escudo!” Robert, explica. “El favor extiende su protección sobre nosotros”.
Probados por el fuego
Era un día hermoso y soleado de Abril en Connecticut, apenas fresco. Robert sacó sus guantes y la chaqueta para salir de paseo en su motocicleta, mientras Tamara optó por usar el auto. Alistándose para irse, Tamara se detuvo. Se dio vuelta hacia Robert y le dijo: “Amor, usa tu casco”.
Alejándose, no se detuvo a ver si Robert le había obedecido. Ni siquiera sabía porqué le había dicho que lo usara, ya que la ley de Connecticut no lo requería.
Al comienzo, Robert no se preocupó por el casco. Después de manejar casi un kilómetro, antes de llegar a un señal de pare, recordó las palabras de Tamara; se detuvo a un lado, sacó su casco y se lo puso. Regresando a la vía principal, manejó por casi otro kilómetro antes de detenerse en un semáforo en rojo.
En el momento en que el semáforo cambiaba a verde, Robert escuchó un ruido, sintió una sacudida y salió volando por el aire. Se dio cuenta que lo habían golpeado por detrás. Esto ya le había sucedido en el pasado, cuando una mujer que no estaba prestando atención sacó su pié del freno en el semáforo. Ese día habían impactado contra su motocicleta, haciendo que el saliera a volar. El aterrizó sobre sus pies y salió caminando.
Atropellado nuevamente
Ya en el aire, miró hacia abajo y se dio cuenta que estaba cayendo paralelo al piso. Voy a caer sobre mis pies, razonaba. Volteando su cuerpo, sus pies cayeron primero sobre el suelo, y mientras daba un paso, el auto lo golpeó por segunda vez, haciendo que cayera de cara contra el pavimento.
El auto aún no se detenía. La motocicleta de Robert quedó atrapada bajo la llanta delantera derecha y él estaba casi debajo de la llanta del lado del conductor. Presionando su pecho contra el suelo, encogió sus piernas para evitar que quedaran debajo de la llantas a medida que el auto continuaba avanzando.
“¡Para el auto!” gritó, usando su autoridad en contra de los espíritus que estaban detrás del accidente. Exclamó nuevamente: “¡Para el auto!”
El auto continuó, empujando y arrastrando a Robert y su motocicleta.
Agraviado, Robert exclamó, “¡No pasarás encima mío!”
Dio una vuelta con su cuerpo y puso su mano izquierda en el parachoques, tratando de empujarse para lograr salir de debajo del auto mientras se arrastraba sobre sus costillas. Al mismo tiempo se se esforzaba en impedir que sus piernas quedaran por debajo de la llanta.
Como si fuera en cámara lenta, el auto se detuvo. Gateando de debajo del auto y levantándose, Robert vio a una multitud de personas observando. Siguiendo las instrucciones del Señor, se acostó nuevamente en el suelo, sacándose el casco y los guantes. Abrió el cierre de su chaqueta, encontró su celular y le marcó a Tamara. Entregándoselo a la persona que estaba más cerca, le pidió: “Dile lo que pasó”.
Una segunda persona dijo: “¡No te preocupes amigo! ¡Soy un policía y lo vi todo! ¡Te arrastraron por más de 20 metros!”
Los vehículos de emergencia comenzaron a llegar.
Con ruido de fondo, Robert escuchaba a Tamara gritar: “Amor, ¿puedes verme?” Dándose la vuelta, la vio agachándose a mirarlo por entre las piernas del oficial de policía. Él le sonrió y le hizo una señal de aprobación.
La evidencia de un milagro
En la sala de emergencias, los paramédicos que transportaron a Robert hablaron con el doctor.
“No hay evidencias que convaliden lo que voy a decirte, excepto por varios testigos del evento”, le dijo. “Este paciente estaba en una motocicleta; fue golpeado dos veces desde atrás por un auto y arrastrado por más de 20 metros. Su motocicleta ha sido declarada pérdida total, pero no hay nada en él que indique que estuvo en un accidente”.
Los doctores lo examinaron completamente. Le tomaron tomografías y rayos X. Pero no pudieron encontrar ni una sola lesión.
“Pensé que aquí teníamos un accidente de motocicleta”, dijo alguien.
“Sí”.
“Esperen… ¿éste es el hombre? ¿Qué clase de protección estabas usando?”
“No fue eso”.
“¡Shhh! está diciendo algo. ¿Qué dijiste?”
“¡Dije que no fue la protección la que me salvó! ¡Fue el favor de Dios!”
En menos de tres horas de haber sido atropellado, Rober Nichols fue dado de alta y regresó a su casa. Esa tarde, en una reunión de oración, les dejó ver a las personas la ropa que había estado usando.
“Díganme si encuentran una marca o una rasgadura” les preguntó al grupo, que estaban admirados.
No había ni una sola marca.
“Los ataques vendrán, eso es seguro” dice Robert. “Pero no se supone que salgamos de ellos golpeados ni oprimidos. Dios nos ha dado la victoria que vence al mundo. Tamara y yo creemos que el favor de Dios fue mi escudo ese día, y la colaboración es parte del plan de protección de Dios. Dios nos dijo que nos convirtiéramos en colaboradores de KCM y asistiéramos a sus reuniones. Creemos que decisiones como esas son tan importantes como con quien vas a casarte, dónde vivimos o caminar en el llamado de Dios para nuestra vida. Existe un nivel de protección que nosotros disfrutamos porque estamos en nuestro lugar y conectados con la gente que Dios ha puesto en nuestra vida”.
En Marzo del 2015, Dios dirigió a Robert y a Tamara a viajar por tiempo completo, y a enseñarle a la gente cuáles son sus derechos a través de la fe. También tienen planeado empezar un programa semanal a través de su página de internet (wofmct.org), YouTube, y algunas estaciones locales.
Robert y Tamara Nichols quieren que sepas esto: puede que pases por el fuego, pero si estás caminando en fe y en el favor de Dios, puedes salir de allí no solamente ileso, sino también sin olor a humo.