“¡Es que estoy tan ocupado!”
Esa es la razon Nº 1 que los creyentes tienen para fallar en invertir tiempo en la Palabra de Dios. Las amas de casa corren de una tarea a otra tarea, cuidando de las necesidades más urgentes de sus familias. Las personas de negocios salen corriendo muy temprano en la mañana por la puerta y en la noche caen rendidas en su cama.
Nuestros horarios están tan llenos y las demandas de nuestra vida son tan pesadas, que pareciera que no tenemos tiempo para prestarle atención a la Palabra.
¡Pero la verdad es, que no tenemos tiempo para no hacerlo!
Puedo decirte, desde ambos puntos de vista, —mi experiencia personal y la Palabra de Dios—, que entre más frenética tu vida es, más necesitas hacer que la Palabra sea la prioridad Nº 1 en tu vida. Cuando estás verdaderamente ocupado, no tienes tiempo para fallar. Solamente necesitas moverte rápidamente de un éxito en éxito.
“Pero, Gloria, ¿es eso posible?
Ciertamente lo es, y encontrarás la clave en Josué 1:8: «Procura que nunca se aparte de tus labios este libro de la ley [la Palabra de Dios]. Medita en él de día y de noche, para que actúes de acuerdo con todo lo que está escrito en él. Así harás que prospere tu camino, y todo te saldrá bien».
Dios ha prometido que si mantienes Su Palabra en frente tuyo, si la pones en primer lugar en tu vida, sabrás como prosperar y tener éxito en todo lo que hagas. ¿Te das cuenta cuánto tiempo se ahorraría?
Solamente piensa cuánto tiempo toma corregir un error. ¿Cuánto tiempo tendrías que pasar en la oficina de un abogado tratando de arreglar un problema legal? O, ¿cuánto tiempo tendrías que pasar sentado en la oficina del doctor porque estás enfermo—para no mencionar el hospital?
Si pones la Palabra en primer lugar, te puedes ahorrar toda esa pérdida de tiempo.
En vez de tener que rehacer las cosas, la sabiduría de Dios puede permitirte hacer las cosas bien, la primera vez. Puede mantenerte fuera de la oficina del abogado al guiarte alrededor de esos problemas legales. Puede mantenerte fuera de la oficina del doctor al proveerte con salud divina.
Proverbios 4:7-8 lo dice de esta manera: «En primer lugar, adquiere sabiduría; sobre todas las cosas, adquiere inteligencia. Hónrala, y ella te enaltecerá; abrázala, y ella te honrará».
30 días extraordinarios
Observé cómo esta escritura era demostrada en mi vida hace muchos años. Esto sucedió durante 1967 cuando Ken era un estudiante de la Universidad de Oral Roberts. Nos acabamos de mudar a Tulsa. Prácticamente todo lo que teníamos todavía estaba empacado en cajas. Nuestros niños eran pequeños y requerían casi de atención constante.
Esta era una época muy ocupada para mí. Aun así, en el medio de todo eso, escuché a Oral Roberts contar cómo el Señor lo había instruido durante los primeros días de su ministerio a leer los Evangelios y el libro de Hechos cuatro veces en 30 días. Y yo sentí que el Señor me pedía que hiciera lo mismo.
Naturalmente hablando, no parecía que para mí ese fuera un buen momento para comprometerme a pasar tantas horas en la Palabra, pero sabía que Dios me había instruido a hacerlo.
Le advertí a Ken: “si tomo este compromiso, es posible que no pueda cocinar. Es posible que no pueda planchar o desempacar todas esas cajas. Voy a tener que poner la Palabra de Dios primero y dejar que las otras cosas esperen”.
Ken dijo que le parecía bien. Así que, a pesar del hecho de que generalmente me gusta que las cosas se hagan rápido, acepté poner mi otro trabajo a un lado por 30 días.
Después de calcular cuántas páginas tenía que leer para lograr mi objetivo, separé tres momentos específicos del día para leer. Me levantaba a las 5:30 de la mañana y leía hasta que todo el mundo se despertaba. Luego, al medio día cuando ponía los niños a dormir la siesta leía tanto como podía. Y en la noche, después de lavar los platos y de poner los niños en la cama, terminaba de leer mi cuota diaria.
El mismísimo primer día, algo milagroso sucedió. A las 3 de la tarde había terminado mi trabajo de ese día a pesar de que había pasado varias horas en la Palabra. El segundo día fue igual. Para el final de la primera semana, había hecho todo lo que necesitaba hacer. Hasta me había puesto al día con mi planchada y había envejecido cuatro piezas de muebles de comienzo a fin—¡todo en una semana! ¡Y lo hice mientras pasé casi cuatro o cinco horas al día en la Palabra!
¿Cómo sucedió esto? Hice lo que Proverbios 4:8 nos dice que debemos hacer. Honré la sabiduría (la Palabra de Dios), y ella me exaltó.
Jamás he olvidado esa lección. Todavía es una verdad en mi vida. Cuando me encuentro empantanada en los asuntos de la vida y quedándome sin tiempo para lograr que las cosas se terminen, me digo a mí misma: “Gloria, no has estado invirtiendo tiempo en la Palabra como deberías, porque de lo contrario no estarías en esta situación”. Y en ese momento decido hacer un cambio—dejar a un lado las cosas menos importantes y poner la Palabra de Dios nuevamente en primer lugar en mi día.
Como ves, decidir poner la Palabra de Dios en primer lugar no es algo que haces sólo una vez. Es una decisión que tomas cada día.
Si eres como la mayoría de las personas que conozco, en este momento estás sacudiendo tu cabeza, preguntándote cómo puedes sacar más tiempo para la Palabra si ya tienes tu horario repleto. Y probablemente no puedes.
Así que no esperes hasta que puedas ajustar tu horario para hacer entrar la Palabra. Empieza a construir tu horario alrededor de la Palabra. Toma autoridad sobre tu tiempo, haz un compromiso con Dios y di: “Voy a poner Tu Palabra en primer lugar en mi vida. Sé que si lo hago en fe, lo demás caerá en su lugar”.
Si piensas que eso suena difícil, estás en lo cierto. En algunas ocasiones, lo será. Satanás hará todo lo que puede para evitar que mantengas tu compromiso. El hará todo lo que pueda para interferir con tu tiempo en la Palabra.
Realmente, eso no es ninguna sorpresa. Después de todo, él sabe que la Palabra te hará libre. Él perderá su dominio sobre ti, si la pones en primer lugar en tu vida. ¡Así que preferirá que hagas cualquier cosa, excepto esa!
Es verdad. El preferirá que le lleves ensalada de papa a una viuda desconsolada o que trabajes en el bazar de la iglesia. Él preferirá llenar tu calendario con tantas cosas que son llamadas “buenas obras” en lugar de que puedas abrir tu Biblia.
¿Cuánto es suficiente?
A lo mejor digas: “está bien, estoy determinado a invertir más tiempo cada día en la Palabra de Dios. Pero, ¿cuánto tiempo es suficiente?”
Invierte tanto tiempo como requiera poner la Palabra en tu interior en abundancia. Ahora mismo puedo decirte que esto significa más que sacar una vez al día una escritura de la cajita de las promesas. Tener abundancia significa tener algo en exceso, más de las formas que puedas encontrar
para usarlo.
Cuando tienes la Palabra de Dios en abundancia, ¡tienes más de ella en tu interior que de cualquier otra cosa! Estás tan lleno de la Palabra de Dios que cuando los problemas llegan, la Palabra es la primera cosa que sale de tu boca.
Para tener esa clase de abundancia, necesitas hacer lo que Josué 1:8 dice. Necesitas “meditar en la Palabra”. Meditar significa fijar tu mente. Así que fija tu mente en la Palabra cada día. Aplícala para ti mismo, hazla personal. Permítele al Espíritu Santo que la haga una realidad en tu corazón.
Cuidadosamente, reflexiona cómo la Palabra que has leído aplica en tu vida. Pregúntate a ti mismo: “¿Que me dice la Palabra de Dios? ¿Qué significa esto para mi vida? ¿Cómo cambia mi situación? Luego, ponte de común acuerdo con lo que Dios dice acerca de ti en esa Palabra. Decide que eres lo que Dios dice que eres. Que puedes hacer lo que Dios dice que puedes hacer. Y que puedes tener lo que Él dice que puedes tener. Ponte a ti mismo de común acuerdo con Él, y luego recíbelo.
Una Palabra para el sabio
Durante varios años he estado diciéndole a la gente que invierta tiempo en la Palabra. Prácticamente en todos los lugares en los que predico, sin importar de qué tema estoy hablando, parece que siempre regreso a la importancia de poner la Palabra en primer lugar en su vida. Puede que me hayas escuchado decirlo cientos de veces. Pero, sabes, escucharlo no es suficiente. Es hacerlo lo que te pone por encima.
Jesús nos enseñó ese principio en Mateo 7. Allí Él habló acerca de dos hombres. Ambos habían escuchado la Palabra; aun así, Jesús dijo que uno de los hombres era tonto y el otro sabio. ¿Qué causo que existiera una diferencia entre los dos? El hombre sabio actuó en lo que había escuchado y el tonto no.
«A cualquiera que me oye estas palabras, y las pone en práctica, lo compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Cayó la lluvia, vinieron los ríos, y soplaron los vientos, y azotaron aquella casa, pero ésta no se vino abajo, porque estaba fundada sobre la roca. Por otro lado, a cualquiera que me oye estas palabras y no las pone en práctica, lo compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena. Cayó la lluvia, vinieron los ríos, y soplaron los vientos, y azotaron aquella casa, y ésta se vino abajo, y su ruina fue estrepitosa» (versículos 24-27).
Para este momento debes saber muy bien que necesitas invertir tiempo en la Palabra. Pero a menos que actúes en base a ese conocimiento, este no te hará ningún bien cuando vengan las tormentas de la vida.
¡Así que haz algo! Comienza a sacar tiempo todos los días para la Palabra, Comienza ahora mismo a hacer de ella la prioridad Nº 1 en tu horario. No esperes hasta que enfrentes alguna situación terrible o alguna tormenta de la vida para hacerlo.
¿Alguna vez has tratado de construir una casa durante una tormenta? Ken ha estado en medio de varios huracanes y ha visto el viento soplar tan fuerte que los cocos salían disparados por el aire como bolas de cañón. Tan solo piensa en alguna persona tratando de construir su casa con el viento soplando a 190 km/h.
No hagas eso, No esperes hasta que estés en un momento desesperado para hacer tiempo para la palabra. Toma tu decisión y empieza hoy mismo.
Luego, cuando las tormentas de la vida vengan en contra de tu casa, estarás sentado en el interior sentado en frente a la chimenea, y alabando a Dios. Te estarás regocijando porque no le permitiste al diablo decirte que estabas demasiado ocupado para la Palabra.