A comienzos de los años 70 Kenneth Begishe cavó un hoyo en el desierto de Arizona y colocó un cartel anunciando la “Iglesia White Post”. En ese momento no había indicios de edificio alguno, o algo distinto a las ratas de la arena.
En la reserva de los indios Navajo la gente estaba tan dispersa a lo largo y ancho que la mayoría del terreno lucia deshabitado.
Pero eso no molestaba a Kenneth Begishe. Él era un hombre de fe.
Él había conseguido algunas de nuestras cintas de audio y había escuchado la PALABRA de Dios. La creía, y para él eso era todo lo necesario. Así, después de plantar su cartel en el medio de la nada y decir: “esta es la Iglesia White Post”, el hermano Begishe comenzó viajando de una agrupación Navajo a otra, hablándole a la gente acerca de Jesús y haciendo que fueran salvos.
En 1993, nos invitó a Jerry Savelle y a mí para que fuéramos y lo ayudáramos a tener la primera convención de fe en una reservación india. En ese momento, la Iglesia White Post era mucho más que un cartel. Era una iglesia en crecimiento con unos 250 miembros.
¡Nunca olvidaré la reunión que tuvimos allí! Antes de empezar, el hermano Begishe me dijo lo que podía esperar — particularmente durante el momento de la ofrenda. Me dijo: “Hermano Copeland, nuestra gente ha sido enseñada a nunca venir delante del SEÑOR con las manos vacías, así que siempre traen una ofrenda. Pero no siempre es dinero. Algunas veces dan pequeñas piedras pulidas que han encontrado en la tierra, su camisa favorita que ha sido lavada y planchada, o su joya favorita”.
Pensé que eso era maravilloso, pero lo que realmente me emocionó fue lo que me dijo a continuación.
“Cuando nuestra iglesia empezó, nadie tenía un auto o una camioneta. Todos caminaban, andaban a caballo o venían en un carruaje. Pero empecé a enseñarles la PALABRA de Dios, y ahora cada miembro de mi iglesia tiene un auto o una camioneta. Estamos prosperando”.
Cuando escuché eso, supe que esto era un fenómeno sobrenatural. Esa área era famosa por ser uno de los lugares menos poblados, y en donde la pobreza estaba más arraigada en todo el país. Y aún así, esta iglesia no sólo estaba floreciendo, si no que las personas de la congregación también — ¡sin importar si lo único que tenían para dar eran rocas!
¿Qué hacía que algo así fuera posible? ¿De dónde provenían los recursos?
Te diré algo: el gobierno no les proveyó. Tampoco lo hizo el banco. Ellos no venían de una economía local floreciente, porque ésta no existía. La verdad es que los recursos de la iglesia White Post y su congregación no venían de este mundo natural en lo absoluto.
Provenían de La PALABRA de Dios a través de la gente que se había atrevido a creer absolutamente que lo Jesús dijo en Mateo 4:4 es cierto: «No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios».
¿Parte del problema o parte de la solución?
Podrías decir: “Hermano Copeland eso es maravilloso, pero no todos nosotros estamos llamados a hacer lo que el Hermano Begishe hizo”.
Seguro que lo estamos. Puede que Dios no nos pida que empecemos una iglesia como él lo hizo, pero todos nosotros estamos llamados a hacer la obra de Jesús de una u otra forma. Todos estamos llamados a ser: «los que oyen la palabra y la reciben, y rinden fruto» (Marcos 4:20). Así es cómo Dios hace que su voluntad se cumpla en la Tierra como en el cielo. Dios lo dijo, nosotros creemos Su PALABRA y la declaramos, entonces el Padre que habita en nosotros hace la obra, y ésta se manifiesta.
Ese es el proceso que Dios usó a través de toda la Biblia. Fue lo que hizo en la creación y quedó plasmando en el Génesis. Fue lo que Jesús hizo a lo largo de los evangelios, y es lo que Él espera que hagamos todos los días para manifestar Su BENDICIÓN en y a través de nuestra vida.
Él no quiere que dependamos del mundo y sus sistemas. No quiere que pongamos nuestra mira en las personas, sus gobiernos y la economía por los recursos que necesitamos para llevar a cabo su voluntad. Él nos creó para que vivamos de adentro hacia afuera. ¡Dios desea que no dependamos de nadie más que Él!
¡En vez de estar sujetos a los problemas de este mundo, nosotros deberíamos obtener de la PALABRA y del Espíritu de Dios que habita en nosotros todas las respuestas!
A pesar de que lo hemos hecho hasta cierto punto, ni siquiera hemos rasguñado la superficie de los planes que Dios tiene para nosotros, y aquí está el porqué: hemos subestimando en gran manera nuestra capacidad espiritual. Con ayuda del diablo y las ideas religiosas, hemos continuado pensando acerca de nosotros mismos como “sólo humanos”.
Quizás te preguntes, “¿bueno, acaso no somos humanos?” Sí, pero no somos solamente humanos. Somos coherederos con Jesucristo de Nazaret. Él es tanto humano como divino a la vez. Él es totalmente hombre y totalmente Dios. Como creyentes nacidos de nuevo en Su imagen, somos tal como Él. Tenemos su ADN y Su capacidad espiritual porque: «pues como él es, así somos nosotros en este mundo» (1 Juan 4:17).
Una vez que entendamos y empecemos a seguir Su ejemplo, podremos hacer lo que Él hizo, y obtener los mismos resultados. Así que vamos a mirar exactamente qué nos dijo en el Nuevo Testamento acerca de Su forma de operar. Él dijo:
«Nada hago por mí mismo, sino que hablo según lo que el Padre me enseñó» (Juan 8:28).
«Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre, que me envió, me dio también el mandamiento de lo que debo decir y de lo que debo hablar» (Juan 12:49).
«Las palabras que yo les hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre, que vive en mí, es quien hace las obras» (Juan 14:10).
Un día oraba acerca de estos versículos, meditando en el hecho de que tenemos la capacidad de oír y hablar la PALABRA de Dios tal como Jesús lo hizo, y me impactó el hecho de que Él dijo que vivimos por “cada palabra que sale de la boca de Dios”. ¡Cada palabra!
De repente, comencé a pensar cuántas palabras están incluidas. Leí en alguna parte que existen más de un millón de palabras en el idioma inglés. Cerca de 175.000 están actualmente en uso. El promedio del vocabulario conversacional de una persona oscila entre 75.000 y 80.000 palabras. Me pregunté: ¿Cuántas palabras sabrá Dios?
Mientras reflexionaba en esa pregunta, el Señor me habló: “Kenneth, podría hablar continuamente una palabra después de otra por toda la eternidad, y nunca repetiría una sola palabra”.
Eso es maravilloso, ¿no es cierto? ¡Nuestro Dios es GRANDE y tiene mucho que decir! Pero lo que es maravilloso es lo siguiente: fuimos creados a Su imagen, así que si Él puede decirlo, nosotros podemos oírlo. Y si podemos oírlo, esto edificará fe en nosotros. Y si nosotros soltamos esa fe al hablar Sus palabras, Él puede hace que se manifiesten y podemos tener cualquier cosa que Él diga. ¡Nosotros estamos solo una palabra por detrás de Dios!
Una herencia gloriosa
Me doy cuenta que para algunos cristianos esto suena como una idea del más allá, algo que se nos ocurrió a nosotros, la gente de la fe. Pero no es así. Este fue el plan de Dios para la humanidad desde el comienzo. De hecho, si lees nuevamente y con una mirada fresca Génesis 1, verás que así fue cómo el hombre fue creado. Entonces dijo Dios: «¡Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza! ¡Que domine!…» (Versículo 26).
Muchas personas leen ese versículo con la idea de que Dios simplemente estaba diciendo: “Tengo una idea, pienso que deberíamos hacer al hombre”.
Eso no es así.
Lo que Dios estaba haciendo era continuar el mismo proceso que había comenzado en Génesis 1:3 donde dijo: «“¡Luz, existe!” Y la luz fue» (Esa es la traducción literal de este versículo en el lenguaje hebreo). Dios estaba continuando con el método que había usado en los versículos 6-7 y el 11 donde dijo: «“¡Que haya algo firme en medio de las aguas, para que separe unas aguas de otras aguas!”… “¡Que se junten en un solo lugar las aguas que están debajo de los cielos, y que se descubra lo seco!” Y así fue… “¡Que produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla, y árboles frutales sobre la tierra que den fruto según su género, y cuya semilla esté en ellos!” Y así fue».
Dios no estaba solamente comunicando en esos versículos. En realidad, Él (Dios Padre) estaba creando con Sus propias palabras; y Él no estaba operando solo en el proceso. Jesús también estaba involucrado.
Quizás digas: “¿Qué?, nunca antes he oído eso”.
Entonces necesitas leer tu Biblia con más cuidado, porque en Juan 1 se identifica a Jesús como: «la Palabra se hizo carne» (versículo 14), y dice: «En el principio ya existía la Palabra. La Palabra estaba con Dios, y Dios mismo era la Palabra. La Palabra estaba en el principio con Dios. Por ella fueron hechas todas las cosas. Sin ella nada fue hecho de lo que ha sido hecho» (Versículos 1-3).
¡Esta es la forma en que todo llegó a existir! Dios le dio palabras a Su Hijo, un hombre del futuro, quien las declaró y se transformaron en el universo. Lo mismo pasó cuando Dios creó a Adán. Lo hizo a través de Su Hijo. Tal como Génesis 2:7 dice: «Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, sopló en su nariz aliento de vida y fue el hombre un ser viviente» (RVR1995).
Debido a que la traducción en español de este versículo dice “sopló” en la nariz, es fácil para los cristianos tener una imagen errónea de lo que sucedió en ese momento. Tendemos a imaginar que Dios sopló en la nariz de Adán inflándolo como si fuera un globo. Pero eso no es cómo lo dice el hebreo original. En hebreo, la palabra traducida como sopló también significa espíritu; podríamos traducir ese versículo con mayor fidelidad de esta manera: “El Señor espiritualizó el espíritu de vida dentro del cuerpo del hombre”.
Como Jesús dijo: «Las palabras que yo les he hablado son espíritu y son vida» (Juan 6:63), entonces esto es lo que realmente pasó en Génesis 2:7: Dios y Jesús estaban en el Jardín del Edén, sosteniendo por sus hombros el cuerpo sin vida de Adán, lánguido y descolorido. Jesús está mirando ese cuerpo cara a cara, ya que este cuerpo tiene la misma forma y tamaño que Jesús. Ha sido creado para lucir exactamente como Él en todo aspecto, ya que ha sido diseñado para seres que reinarán en la Tierra, bajo el mandato de Dios.
De repente, Dios provee la palabra y Jesús la declara: “¡Hombre, se a nuestra imagen, y ten dominio!” Entonces, el Espíritu Santo que ha estado revoloteando sobre el cuerpo inanimado de Adán entra en acción, provocando que esa palabra se cumpla, y como la Biblia hebrea lo define: “el hombre se convirtió en un espíritu viviente que habla, tal como Dios”.
¡Qué comienzo más glorioso! Esta es nuestra herencia. Esto es para lo que tú y yo fuimos creados por Dios. Fuimos creados para ser como Él, lucir como Él, tener una relación personal con Él, y co-crear con Él siguiendo Su ejemplo y usando el mismo proceso que Él usó para crearnos —escuchando, creyendo y declarando las palabras de Dios—.
Como si nunca hubiéramos pecado
Por supuesto, el diablo y la religión no te dirán esto; te dirán lo contrario. Tratarán de degradarte y burlarse de ti porque tú eres solamente humano. Te dirán: “No eres nada más que un gusano bueno para nada”.
Pero no eres un gusano, y yo tampoco lo soy. ¡Nosotros somos de la especie de Dios! Somos verdaderamente hijos e hijas de Dios tanto como Jesús mismo. Como 1 Juan 3:1 dice: «Miren cuánto nos ama el Padre, que nos ha concedido ser llamados hijos de Dios». Y la Biblia Amplificada lo ratifica así: “Y lo somos”.
Pero hermano Copeland, ¿Qué pasa con el pecado? ¿Qué pasa con la caída del hombre y la maldición?
Jesús ya solucionó todo eso por nosotros. El pagó el precio para que la gracia de Dios pudiera abundar hacia nosotros y Él pudiera tratarnos como si nunca hubiéramos pecado. Por esta razón, el apóstol Pablo pudo escribir estas emocionantes palabras en el Nuevo Testamento: «De modo que si alguno está en Cristo, ya es una nueva creación; atrás ha quedado lo viejo: ¡ahora ya todo es nuevo! Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo a través de Cristo y nos dio el ministerio de la reconciliación» (2 Corintios 5:17-18,21).
¿Lo puedes ver? Cuando naciste de nuevo a ti te ocurrió lo mismo que a Adán cuando Dios dijo: “¡Hombre, se a nuestra imagen y ten dominio!” La única diferencia es que en esta ocasión tú estuviste involucrado en el proceso. Recibiste a Jesús al escuchar, creer y declarar las palabras de Dios. En respuesta a esto, el Espíritu Santo —que estaba revoloteando sobre tu cuerpo tal como una vez revoloteó sobre el cuerpo de Adán— entró en acción, y un nuevo hombre nació en tu interior. Las cosas viejas pasaron, todas las cosas se hicieron nuevas y tú fuiste re-creado a la misma imagen de Jesús. Su Espíritu cobró vida en tu interior y recibiste la capacidad de escuchar, y vivir por cada palabra que procede de la boca de Dios.
¡Esto es lo que le pasó a Kenneth Begishe! Fue salvo y escuchó lo que Dios dijo acerca de crear una iglesia llena de indios Navajo que creyeran LA PALABRA. Cuando el escuchó esa palabra, la fe brotó de su corazón y el hizo un cartel, y lo clavó en el medio de la nada. En esencia, él dijo: “Iglesia White post, existe”.
Por supuesto, el Espíritu Santo se movió e hizo que la palabra sucediera, y poco tiempo después una iglesia estaba en ese terreno que una vez fue tierra vacante. Donde no existía nada más que ratas de arena, la PALABRA de Dios ahora es predicada, la gente es salva y próspera. Esas son la clase de cosas que pasan cuando los creyentes empiezan a vivir de adentro, hacia afuera.