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¡Escoge vida!

octubre, 2015 No hay comentarios
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¡Escoge vida!
La Voz de Victoria del Creyente octubre, 2015
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Mary Colbert estaba sentada bajo un árbol, soportando un calor sofocante y leyendo la Biblia mientas su esposo, Don, terminaba una carrera de 5 Km en Tulsa, Oklahoma. Recostada contra la dura corteza, se limpió la transpiración del rostro y se preguntó qué motivaba a las personas a correr con 38°C de temperatura y 100% de humedad.  ::  Cuando Don estaba al alcance de su vista, Mary se sentó erguida y lo miró fijamente. ¡Parecía como si lo hubiera atropellado un auto! Sus piernas parecían rotas, como si no pudieran aguantar su peso. Se levantó de un salto y corrió hacia él, jadeando, mientras Don se tropezaba y caía tendido, tan quieto como si estuviera muerto, en una carrera que a duras penas había finalizado.

Don Colbert fue admitido en la “Ciudad de Fe” en la Universidad de Oral Roberts, lugar en el que era un estudiante de medicina de tercer año. Sus profesores acudieron para ayudarlo a sobrevivir un golpe masivo de calor, tratando de entender su condición. Don era un joven vivaz, saludable y un atleta ávido. Sin embargo, al arribar a la sala de emergencias, presentaba un caso agudo de daño renal y sus piernas, que una vez habían sido musculosas, se habían encogido y ahora eran más pequeñas que sus brazos.

Los doctores efectuaron una biopsia en sus músculos y descubrieron que había sufrido un ataque masivo de rabdomiólisis—el rompimiento del tejido muscular que hace que la fibra del músculo sea liberada a la sangre. Esas sustancias frecuentemente causan daño renal. En términos simples, sus músculos habían muerto, completamente hasta los huesos, dañando sus riñones en el proceso. Los doctores se reunieron al lado de su cama y le explicaron el reporte de la biopsia.

“No caminarás nunca más, estarás en un silla de ruedas por el resto de tu vida”.

Mary, furiosa, los despidió a todos de la habitación.

“¿Qué hiciste?” le preguntó Don cuando estaban a solas. “¡Esos eran mis profesores! ¡No puedo perderme meses de universidad y graduarme con mi clase sin su ayuda!”

Mary salió corriendo del cuarto.

Al cerrarse las puertas del ascensor, la voz del Señor parecía un eco en el espacio pequeño. “Correrá y no se cansará, caminará y no desmayará”. Mary sabía que esas palabras hacían referencia a Isaías 40:31 «Pero los que confían en el Señor recobran las fuerzas y levantan el vuelo, como las águilas; corren, y no se cansan; caminan, y no se fatigan» (Nueva Versión Internacional).

Mary regresó al lado de su esposo. “Los hombres han hablado” le dijo. “Ahora, Dios ha hablado. Él dijo que: correrás y no te cansarás. Caminarás y no te desmayarás”.

“Mary”, Don le dijo, “creo que escuchaste de Dios”.

Juntos, tomaron su posición de fe.

Fe por un milagro

Mary recuerda: “Después de que Don sufrió el golpe masivo de calor en Agosto de 1993, estuvo en el hospital por tres meses. Durante ese tiempo sus riñones se recuperaron gradualmente y su memoria regresó, aunque todavía tenía ciertos vacíos. Sin embargo, la condición de sus piernas no cambió. Se mantuvieron entre 8 y 10 cm más pequeñas de lo que eran antes del golpe y no podía caminar”.

“Afortunadamente conocíamos lo suficiente como para no ser movidos por eso. Yo había asistido al Centro de entrenamiento Bíblico Rhema y había aprendido acerca de la fe con Kenneth E. Hagin. Él había traído frecuentemente a Kenneth Copeland como invitado especial, y Don y yo éramos estudiantes de sus enseñanzas. Así que sabíamos que no debíamos permitir que su condición nos moviera de nuestra posición de fe. Nos focalizamos en lo que Dios dijo”.

 A pesar de que ser dado de alta del hospital después de tres meses era un gran paso, era una victoria agridulce. Don usaba sus brazos para arrastrarse por las escaleras y así llegar a su apartamento en el segundo piso, mientras Mary cargaba su silla de ruedas. Con piernas fláccidas y su cuerpo empapado en sudor por el esfuerzo excesivo, Don se empujaba con cada paso. Todo mientras el diablo se burlaba y reía de él.

“¿Realmente dijo Dios que caminarías nuevamente?”

Tres semanas más tarde, Don estaba solo en su casa cuando Dios le dijo seis palabras que animarían —o romperían— su fe.

Sal de la cama y camina.

Don observó sus demacradas piernas. Luego, quitó sus ojos del problema y se lo entregó a Dios. Poco tiempo después, Mary regresó y encontró a Don… de pie.

Don regresó caminado a la Ciudad de Fe y pidió que lo dejaran ver a los doctores y las enfermeras que habían leído el reporte de su biopsia. Ellos vieron a Don caminar y examinaron los músculos de sus piernas. Para el asombro de todos, sus piernas no tenían el mismo tamaño anterior al ataque. Ahora eran 2,5 cm más grandes que antes.

“¡Este es un milagro creativo!”

Don no sólo se graduó a tiempo con su clase de la Escuela de Medicina ORU—el caminó.

Un tipo diferente de sanidad

“A comienzos de los 90 me levanté una mañana con un sarpullido severo” recuerda Don. “Me puse crema, pero sólo empeoró. Fui a ver a un dermatólogo que me dijo que tenía un ataque de psoriasis. Me prescribió alquitrán de carbón y ungüento de alcanfor, lo que me hacía oler como asfalto. Manchaba las sábanas, la ropa y los asientos del auto”.

“Era una sarpullido rojo intenso que picaba; cuando entraba a uno de los consultorios mis pacientes preguntaban: “¿Qué es ese olor?” Finalmente me cansé del asunto. Si Dios me había sanado del golpe de calor, podía sanarme de la psoriasis. Sin embargo, la sanidad llegó en una forma muy distinta”.

La primera pista que Don tuvo de que el sarpullido estaba relacionado con la comida la encontró cuando ayunó y empezó a ver una drástica mejoría.

“También me di cuenta que cuando comía tocineta, comida frita y carne, el sarpullido se ponía peor al día siguiente. Usualmente comía tostadas al desayuno, un sándwich al almuerzo y pastas con pan a la cena. Como resultado, esas comidas estaban aumentando el problema. Yo era muy sensible al gluten. Cuando lo eliminé de mi dieta, el sarpullido empezó a desaparecer”.

“Yo tenía antojos de toda clase de pimientos: pimientos rojos, jalapeños, pimentón, pero me di cuenta que mi cuerpo era muy sensible a ellos. Fue en ese momento cuando el Señor me dio una revelación muy grande: las comidas que más antojos nos dan, son usualmente las que alimentan nuestras enfermedades”.

A pesar de que Don sólo tenía 30 años, también tenía otros problemas de salud. Tomada antibióticos por una infección sinusítica y había tenido una población excesiva de cándida. Don también tenía un problema de parásitos que probablemente se originaba del año que había vivido en México durante un intercambio estudiantil. Don hizo un tratamiento antiparasitario, removió de su dieta el gluten, la carne, la comida frita y los pimientos y se sanó rápidamente. El sarpullido se terminó.

Don nos cuenta que empezó a usar lo que había aprendido para tratar a sus pacientes, especialmente aquellos que tenían enfermedades crónicas.

“Usé dietas y los ayudé a disminuir el estrés y a dormir más”, nos comparte. “Los resultados fueron asombrosos. La mayoría de la gente experimentó entre un 90 y 95 por ciento de mejoría en su salud al seguir una dieta antiinflamatoria”.

Llegando a la raíz del problema

Al comienzo de su carrera, Don nos cuenta que se dio cuenta que los medicamentos tratan los síntomas pero nunca conducen a una cura. De hecho, muchos de ellos crean tantos efectos secundarios que medicamentos adicionales son requeridos para tratarlos. Mientras buscó a Dios para preguntarle por varias enfermedades, el Señor le reveló curas revolucionarias.

Una cosa que el Señor le mostró es la conexión que existe entre las enfermedades y las emociones tóxicas. Por ejemplo: la falta de perdón retiene ciertas enfermedades. Y esos traumas frecuentemente crean una oportunidad para las mismas. Una vez, Don trató a un hombre con un tumor muy grande en su cuello; en lugar de focalizarse en el tumor, Don se focalizó en el hombre. Después de indagar gentilmente, descubrió que hacía dos años ese hombre había sido asaltado. Su atacante había tratado de estrangularlo para matarlo—en el mismo lugar donde el tumor se había manifestado dos años más adelante. Don pudo ayudar al hombre a sanar del trauma, y como consecuencia del tumor.

“Cuando me gradué de la escuela de medicina, uno de mis profesores me dijo ‘que en 10 años, el 50 por ciento de lo que habíamos aprendido ya no sería más cierto’ nos explica Don. “Sin embargo, el 95 por ciento de todo lo que los doctores aprenden después de graduarse, proviene de diarios y conferencias promocionadas por las compañías farmacéuticas. No es de extrañar que el cuidado de nuestra salud esté manejada por esas compañías. Yo estaba determinado a encontrar el plan de Dios para la salud y la sanidad”.

“¿Qué trajo las enfermedades y la muerte a este mundo? Adán y Eva lo hicieron al elegir la comida incorrecta. Así de simple. Cuando estudié la vida de Jesús, noté que la primera cosa que Dios hizo después de que fue lleno con el Espíritu Santo fue guiar a Jesús al desierto donde ayunó por 40 días y 40 noches. La Biblia dice que después de eso, estaba hambriento. ¿Con qué lo tentó el diablo? Con pan”.

“La Biblia tiene mucho que decir acerca de la comida y las enfermedades” nos comparte Don. “Y aunque nosotros ya no estamos bajo la dieta que dicta la Ley, una cosa no ha cambiado. Cada vez que hacemos una elección, esa elección lleva a la vida, o a la muerte”.

Un nuevo modelo

La frustración de Don con el modelo médico continuó incrementándose.

“Por ejemplo: el pago de la atención médica depende de lo que la compañía de seguros decide pagar”, nos dice. “Esas compañías pagan por los medicamentos para tratar los síntomas. No pagan por un régimen nutricional que ayudará a llegar a la raíz del problema en la mayoría de los casos”.

Don desconocía de que Dios estaba a punto de intervenir de tal manera que ayudaría a aliviarle algunas de sus frustraciones.

Al final de los 90, Don tenía una de las prácticas para familias más grandes del centro de la Florida. Trabajaba muchas horas y estaba de guardia todo el tiempo. Preocupados por el hecho de que se estaba cavando su propia tumba, Don y Mary recurrieron al Señor por sabiduría—sabían que tenía que existir una respuesta.

Después de otro largo y agotador día de trabajo, el sol de la Florida se ocultaba en el horizonte cuando Don finalmente arribó a su casa. Tirando sus llaves sobre el mesón de la cocina, miró a Mary exhausto.

“No estudié medicina para esto” le dijo. “Me siento como alguien que empuja a la gente a las drogas legales. Todo lo que estoy haciendo es tratar los síntomas; no estoy llegando a la raíz de los problemas de mis pacientes. No lo haré más. A partir de enero, no trabajaré más con los seguros médicos; quiero tratar a mis pacientes bien”.

En vez de una práctica médica típica, Don pronto abrió una Clínica de Bienestar y Salud divina en Longwood, Florida, un suburbio en Orlando. Don sabía que sin la asistencia de las compañías de seguros, sus pacientes tendrían que pagar por sus servicios. ¿Pagarían los gastos de su propio bolsillo? ¿Vendría la gente a esta nueva clínica?

Don y Mary arriesgaron su futuro financiero completo para descubrir si la gente estaba lo suficientemente cansada de perseguir el mito de la medicina, y decidir venir a su clínica.

Y lo hicieron.

La gente venía del centro de la Florida. Venían del norte y del sur de la Florida. Y a medida que la voz se corría, no sólo venían de los Estados Unidos; la gente estaba viniendo de todo el mundo, usando su fe para venir y experimentar una clínica médica que los trataba como un ser completo—espíritu, alma y cuerpo. Una clínica donde la fe, la oración y la nutrición se anteponen a los medicamentos.

Mientras Don y Mary usaban su fe para llegar a la raíz de los problemas de sus pacientes, Dios les mostró un camino poderoso.

Descargas del cielo

Entre las cosas que Dios le reveló a Don se encuentran cosas que las culturas asiáticas han sabido por muchos años: los vegetales fermentados son una de las claves para la buena salud y la longevidad. Como resultado, Don dice que el Señor le mostró cómo desarrollar suplementos alimenticios para reemplazar a las vitaminas sintéticas.

“Los cristianos quieren usar su fe para conquistar las enfermedades” nos dice Don, “pero deberíamos estar usándola para conquistar nuestra carne. La iglesia tiene un dicho: ‘¡No fumamos, no bebemos, pero sí que comemos!’ Pero Dios dice: ‘Mi pueblo perece por falta de conocimiento’. Mi mandamiento es darle a la gente el conocimiento para escoger las comidas que los llevarán a la vida, y no a una muerte prematura. Para hacerlo, hay algunas cosas que necesitamos poner en el altar: el azúcar, el trigo, los productos lácteos y las comidas fritas”.

“Me siento honrado de ser el médico personal de Kenneth y Gloria Copeland” agrega Don. “Recomendamos su literatura y enseñanzas de fe, salvación y el Espíritu Santo a nuestros pacientes. Adicionalmente, tengo tal respeto por la manera en la que Kenneth usa su fe y cómo elige comer para vivir una vida larga y saludable. Hace más de 35 años que él entregó el pan, el azúcar y el café en el altar. Mientras algunas personas pueden tomar ocasionales descansos en sus dietas, no comer las cosas que sabes que te causan problemas es sabio”.

“Muchas personas quieren que Dios haga lo que a ellos les corresponde. Es absolutamente necesario usar tu fe, orar y hacer las confesiones correctas acerca de tener dientes saludables, pero si no los cepillas, tendrás un problema. Lo mismo es cierto respecto a lo que elegimos comer. No tan solo ores y confieses que caminas en salud divina; escoge comer comidas que ayudarán a sanar tu cuerpo”.

Don cita el ejemplo de una madre que llamó para hacer una cita para su joven hija, la cual estaba inválida con artritis reumática y no podía caminar. Después de verla, Don le pidió a sus padres que sólo hicieran un cambio: hagan que tan solo beba agua alcalina, con excepción de las comidas. La siguiente vez que regresó al Centro de bienestar, la niña entró caminando por sí misma.

Una infusión de fe

“Debemos usar nuestra fe y usar la comida como medicina” Don insiste. “Aun el cáncer responde a la dieta correcta. El cáncer vive de los azúcares y carbohidratos que se transforman en glucosa. Así es cómo el cáncer se alimenta. Si le robas a las células cancerígenas su combustible al usar una dieta estricta de cetónica, morirán. Creo que la quimioterapia será algo arcaico en un futuro muy cercano”.

“Nosotros hemos tenido éxito tratando pacientes con esquizofrenia, desorden bipolar, ADD y ADHD con dietas y ellos ya no están usando medicamentos. Muchas de esas enfermedades están relacionadas con la comida”.

Para mantener ese mandato de instruir a la gente para vivir vidas largas y fuertes, Don Colbert ha escrito libros de varios temas, y ha aparecido en numerosos programas de TV, incluyendo el programa del Dr. Oz. La sabiduría y el favor de Dios descansa sobre él de tal manera que se ha convertido en una de las voces líderes de la nación referentes a salud. Los Colbert están ahora en el proceso de lanzar un nuevo ministerio de televisión llamado “El reporte de salud del Dr. Colbert”.

Casados por 34 años, y padres de dos hijos y siete nietos, Don y Mary Colbert continúan tan apasionados hoy por ver el pueblo de Dios sano como cuando empezaron su carrera. Y ellos atribuyen mucha de esa pasión a los primeros años, cuando la palabra de fe fue inculcada en ellos hasta el punto que supieron exactamente cómo combatir al enemigo cuando atacó el cuerpo de Don.

“No hay duda al respecto” Don nos dice. “Debemos infundir fe para vencer las enfermedades. Y esa es una de las razones por las que después de todos estos años todavía somos colaboradores con los Ministerios Kenneth Copeland. Cuando se trata de fe, nadie lo hace mejor”.

El mensaje de Don hoy es simple: La vida y la muerte están en el poder de la lengua—no sólo en lo que crees y dices, sino también en lo que haces. Cada vez que pongas algo en tu boca—¡elige vida!


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