La primera cosa que deberías hacer cuando naces de nuevo y recibes la llenura del Espíritu Santo es desarrollar tu fe. ¿Por qué? Porque la fe es la herramienta que necesitas para lograr cualquier cosa como creyente.
Sí; necesitarás la unción. Sin embargo, la fe es la clave para hacer que esa unción funcione (Marcos 5:25-34).
Cuando comencé a predicar en Chicago, teníamos una reunión de oración en nuestra iglesia, la cual estaba ubicada en un pequeño local. Una señora entró por la puerta principal, nos interrumpió mientras orábamos y exigió hablar conmigo.
“Los traficantes de drogas se han apoderado de nuestra cuadra”, comenzó. “Los niños no pueden jugar. Todos los padres tienen miedo. ¿Qué harás al respecto?”
Ahora, necesito que entiendas algo antes de proseguir; las calles de los barrios de Chicago en ese entonces se parecían a Dodge City, la cual fue una ciudad famosa a finales del siglo XIX por su anarquía. Debido a que la iglesia estaba ubicada en la zona, se convirtió automáticamente en mi jurisdicción.
Le dije a la señora: “Bueno, ven a este círculo de oración.”
Nos reunimos en círculo, oramos en el espíritu, y después recibí la sabiduría de Dios. Le dije: “Dios me está diciendo que tome esta botella de aceite, la bendiga, y te diga que la esparzas en tu calle”.
Ella no lo dudó ni por un instante. “¡Bueno, dámela!”, me respondió.
Cuando estás desesperado, recibirás cualquier clase de consejo, aunque sea muy raro.
Ella tomó el aceite y lo derramó por toda la calle. Unos días más tarde, regresó. “Pastor, ¿adivina lo que sucedió?” Estaba sonriente. “¡El vendedor de drogas vino al día siguiente por una hora, luego se fue y nunca más regreso!”
La Palabra de Dios no regresó vacía, ¡y nunca lo hará! ¿Cómo supe qué hacer? Accedí a la sabiduría específica, exclusiva para esa situación—la cual de raíz era un ataque espiritual—por medio de la fe (Santiago 1:5). Todo vuelve al mismo punto: la fe.
Peleando con poder espiritual
No existe ningún problema que Dios ya no haya resuelto, ya sea referente a Dodge City, tus finanzas, tu salud o cualquier otra cosa.
Entonces, ¿por qué tenemos tantos problemas? Nos hemos alejado de lo básico. Al hacerlo, nuestra cultura ha cambiado. El mundo ha desplazado a la iglesia de su lugar de poder y dominio. Como resultado, la iglesia está tratando de competir con el mundo, haciendo las cosas a la manera del mundo. Sin embargo, eso nunca funcionará, debido a que esta es una batalla espiritual y se requiere de poder espiritual para ganarla.
Efesios 6:10-12 dice: «Por lo demás, hermanos míos, manténganse firmes en el Señor y en el poder de su fuerza. Revístanse de toda la armadura de Dios, para que puedan hacer frente a las asechanzas del diablo. La batalla que libramos no es contra gente de carne y hueso, sino contra principados y potestades, contra los que gobiernan las tinieblas de este mundo, ¡contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes!».
Para ganar la batalla contra el diablo, necesitamos tener a Dios de nuestro lado. ¿Recuerdas cuando Moisés fue a Egipto? Faraón mandó llamar sus brujos (Éxodo 7); sin embargo, Moisés salió victorioso porque él estaba usando la fe y el poder de Dios. Esto lo puedes ver una y otra vez en la Biblia.
De igual manera, nosotros necesitamos ser fuertes en la fe, porque existen principados espirituales y poderes que quieren manipular y gobernar a la iglesia. Ha llegado el momento de que tú y yo detengamos esa situación.
Dios está restituyendo nuestros años
La iglesia está entendiendo esta revelación. Mientras lo hacemos, Dios está restituyendo nuestros años.
En referencia a estos últimos tiempos, Joel 2:25-26 (RVA-2015) dice: «Yo les restituiré los años que comieron la oruga, el pulgón, el saltón y la langosta; mi gran ejército que envié contra ustedes. Comerán hasta saciarse y alabarán el nombre del SEÑOR su Dios, quien ha hecho maravillas con ustedes. Y nunca más será avergonzado mi pueblo.» (Énfasis del autor).
Es posible que pienses: ¡Restituyendo los años! Oh, Dios me va a dar más años de vida. Sin embargo, estúdialo en el contexto de la iglesia como un todo. Este versículo promete que Dios restaurará los años de la humanidad. Él restituirá todo el camino hasta el mismo Jardín del Edén.
En Genesis 1:26, Dios dijo: «¡Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza! ¡Que domine en toda la tierra sobre los peces del mar, sobre las aves de los cielos y las bestias, y sobre todo animal que repta sobre la tierra!» (Énfasis del autor).
Dominar significa “soberano, o autoridad suprema”. Tener dominio significa que tienes poder de gobernar, dirigir, controlar o disponer como te plazca. Jesús tenía esa clase de dominio, ¿verdad? Recuerdas cuando les dijo a Sus discípulos: «Vayan a la aldea que está ante ustedes. Al entrar en ella, van a encontrar atado un burrito, sobre el cual nadie se ha montado. Desátenlo y tráiganlo aquí. Si alguien les pregunta: “¿Por qué lo desatan?”, respondan: “Porque el Señor lo necesita.”» (lee Lucas 19:30-31). Eso es dominio.
Antes de que llegue el fin, Dios restituirá el dominio de la iglesia.
En Juan 17:15, Jesús dijo: «No ruego que los quites del mundo, sino que los protejas del mal.» Dios no va a sacarnos de este lugar. Por el contrario, Él nos quiere aquí, a cargo de la acción.
Adán tenía dominio. Sin embargo, ¿dónde se equivocó? En Genesis 2:18-19, Dios lo puso en el Jardín con la tarea de nombrar todos los animales. Él les puso un nombre, el nombre que Dios les dio, porque él estaba en la misma frecuencia mental que Dios. Él estaba dominando esta Tierra. Sin embargo, Eva fue tentada y ambos, Adán y Eva, comieron del árbol que Dios les había prohibido. Ya sabes lo que sucedió a continuación: Dios llamó a Adán, «¿Dónde andas?» (Genesis 3:9, RVA-2015).
Dios no estaba preguntando por la ubicación geográfica de Adán. Él estaba hablando de su posición de dominio en la Tierra, como cabeza. Adán había caído, y Satanás había tomado el control.
Adán se equivocó
Adán perdió su comunión con Dios. Él perdió la habilidad de recibir de parte de Dios. Él perdió su gloria. Él perdió la habilidad de que Dios pudiera suplirle. Finalmente, y ciertamente de igual importancia, él ya no estaba en la misma frecuencia con Dios. Adán trató de vestirse con las hojas de una higuera—¡evidencia suficiente de su total ignorancia!
Él lo perdió todo… para la humanidad toda.
Sin embargo, en ese mismo momento, Dios puso en marcha Su plan de Redención. El hizo planes para Cristo: «Cristo nos redimió de la maldición de la ley, y por nosotros se hizo maldición (porque está escrito: «Maldito todo el que es colgado en un madero»), para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzara a los no judíos, a fin de que por la fe recibiéramos la promesa del Espíritu.» (Gálatas 3:13-14).
A pesar de que lo intentó, el diablo no pudo detener ese plan de redención. Sin embargo, ha usado un truco muy común: él trata de que los creyentes no reciban todo lo que viene incluido en este plan cuando nacen de nuevo. El Salmo 103:2 (RVA-2015) nos dice: «Bendice, oh alma mía, al SEÑOR y no olvides ninguno de sus beneficios.» Cuando te conviertes en un creyente, recibes restauración completa. Sin embargo, el diablo es un negociante. Su trabajo es negociar contigo para que concedas tus derechos. Tienes el derecho de ser sano. Tienes el derecho de tener poder, riquezas, sabiduría, fortaleza, honor, gloria y bendición. Esa es tu herencia. Fue obtenida cuando el cordero fue inmolado por nosotros (Apocalipsis 5:12). Ha sido comprado, pagado y lleva tu nombre.
El propósito de Satanás es engañarte, y allí es donde viene la batalla espiritual (Efesios 6). Tienes que desarrollar tu fe para que puedas pelear, ya que con la fe es la única manera en la que derrotarás al diablo, vivirás y disfrutarás de todos esos beneficios.
Dios te usará
¿Lograste entenderlo? Tú puedes derrotar al diablo, no por lo que tú hayas hecho, sino porque Dios está restituyendo los años. Él está restaurando lo que la oruga se ha robado. Él te está restaurando tu dignidad. Él embellece a la iglesia. Cualquier cosa que te esté molestando, tendrá que irse porque estos beneficios te pertenecen.
“¡Pero me he casado 15 veces!”
Todavía llevarás a cabo la obra de Dios.
“Pero no terminé el colegio. Mi familia es pobre.”
¿Qué importa?
“¡Pero, me equivoqué y estuve en la cárcel!”
Eso no hace ninguna diferencia. ¿Por qué? Porque tú no lo elegiste a Él. Él te eligió a ti. Dios no mira tu pasado. Él solamente mira tu futuro.
Gedeón trató de usar excusas similares. En Jueces 6:15, leemos: «Mi señor, ¿y cómo voy a salvar a Israel? ¡Yo soy de la familia más pobre que hay en Manasés, y en la casa de mi padre soy el más pequeño!»
Estoy quebrado… nunca fui al colegio… soy negro… soy trigueño.
Sin embargo, ¿qué dijo Dios antes de que Gedeón empezara a excusarse?
«El Señor está contigo, porque eres un hombre valiente y aguerrido.» (versículo 12).
No importaba lo que Gedeón pensara acerca de su identidad. Dios lo llamó un hombre valiente y aguerrido. Dios tomó el hombre que había sido más rechazado y lo puso en la cima. Gedeón trató de encontrar una excusa que lo descalificara para aquello que Dios quería que hiciera. Sin embargo, te tengo buenas noticias: A quien Dios llama, Dios califica.
Dios derramó unción sobre Gedeón: «Entonces el espíritu del Señor vino sobre Gedeón y, cuando éste hizo sonar el cuerno…» (versículo 34).
Hombre o mujer valiente y aguerrida(o), ¡no es diferente contigo! Dios también ha derramado Su unción sobre ti. Has sido calificado(a). Él te guiará a cosas que no hayas hecho antes. No importa lo que haya sucedido en tu pasado. La única cosa que importa es que Dios ahora te está ungiendo. Pero, para acceder a esa unción, requerirá de fe, y una fe fuerte. Una fe que mueve montañas y derrota a Dodge City.
¡Así que alístate! Dios está restituyendo tus años. Serás como Daniel. Dios te levantará. Serás como José. Gobernarás el país y la compañía. Marcarás una diferencia entre ti y el resto del mundo. Dios lo hará porque es el momento de que la iglesia tome el lugar que le corresponde por derecho. ¡Es el momento de levantarse, ejercer dominio y derrotar al enemigo!