Estoy a punto de hacer una declaración que podrá sorprenderte, pero, de acuerdo con la Biblia, es absolutamente cierta: Como creyente nacido de Nuevo tienes suficiente fe en tu interior para recibir cualquier cosa que Dios te haya prometido en Su PALABRA.
Así es. No importa cómo te sientes al respecto o si has visto evidencia de ello, ya tienes toda la fe que alguna vez necesitarás. Tienes la fe para recibir provisión abundante. Tienes la fe para caminar en la BENDICIÓN sobrenatural. Tienes la fe para hacer en la vida todo lo que Él te llamó a hacer, porque en este momento tienes viva dentro de tu espíritu nacido de nuevo la fe de Dios. Él la depositó en tu interior en el momento que recibiste a Jesús como tu SEÑOR.
El Nuevo Testamento lo confirma. «Ciertamente la gracia de Dios los ha salvado por medio de la fe. Ésta no nació de ustedes, sino que es un don de Dios» (Efesios 2:8), «según la medida de fe que Dios repartió a cada uno» (Romanos 12:3).
Sin embargo, a pesar de lo emocionante que es tener una fe como la de Dios, para que esa fe produzca resultados en tu vida, no puedes contentarte con tan solo “tenerla”; debes también desarrollar el conocimiento práctico de cómo funciona.
Existe una gran diferencia entre ambos.
Es como la diferencia entre haber comprado un pasaje para volar en avión y ser un piloto. La persona con el boleto tiene acceso al avión; sin embargo, su uso es extremadamente limitado. Todo lo que puede hacer es sentarse en el área designada para los pasajeros y esperar que alguien lo lleve a donde necesita ir. Por el contrario, un piloto tiene el conocimiento práctico del proceso. Si él posee su avión propio, puede planear sus propios horarios sin estar atado a las aerolíneas comerciales. Puede sentarse en la cabina del avión y volarlo en vez de tener que viajar sentado en la parte trasera.
¡Cuando se trata de vivir por fe, Dios planeó que todos Sus hijos fueran pilotos espirituales!
Él nunca quiso que nosotros dependiéramos de alguien que creyera por nosotros. A pesar de que, cuando somos bebés espirituales, podemos “viajar” por un tiempo en las oraciones de otros cristianos más maduros, el plan de Dios para cada uno de nosotros es que crezcamos y desarrollemos el conocimiento práctico de cómo funciona la fe.
Por esa razón Jesús dijo en Marcos 11:22-25:
«Jesús les dijo: «Tengan fe en Dios. Porque de cierto les digo que cualquiera que diga a este monte: “¡Quítate de ahí y échate en el mar!”, su orden se cumplirá, siempre y cuando no dude en su corazón, sino que crea que se cumplirá. Por tanto, les digo: Todo lo que pidan en oración, crean que lo recibirán, y se les concederá. Y cuando oren, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que también su Padre que está en los cielos les perdone a ustedes sus ofensas».
En esos versículos, Jesús nos da la enseñanza clásica de cómo usar nuestra fe. Es muy simple y a la vez extremadamente poderoso. Ya sea que estés empezando o que hayas estado caminado con el SEÑOR por décadas, te ayudará a pilotear tu fe efectivamente. Te ayudará a despegar y te mantendrá en la ruta hasta que recibas la manifestación de lo que estás creyendo.
Atravesando el proceso
Una de las maneras más prácticas que uso para ilustrar cómo aplicar esta enseñanza clásica es con un ejemplo; es decir, tomando un ejemplo práctico de una situación y mentalmente atravesarla de acuerdo con el proceso que Jesús describió. Por ejemplo: hace poco, cuando estaba predicando en Florida, usé una situación real de una pareja que asistía a las reuniones. Durante muchos años ellos habían querido tener un bebé, pero no habían podido concebirlo.
Imagínate por unos instantes que estás enfrentado ese problema (pueda que no estés interesado en lo absoluto en tener un bebé en este momento de tu vida, pero por favor haz este ejercicio conmigo). Imagínate que tú y tu cónyuge quieren tener un hijo y los doctores les han dicho que, debido a algunos problemas físicos, no podrán tener uno. Sabes lo que la Biblia dice acerca de los creyentes teniendo hijos. Ésta promete en Deuteronomio 7:14: «¡Bendito serás, por encima de todos los pueblos! No habrá en ti hombre ni mujer que sea estéril».
En esa situación, ¿cómo recibes el cumplimento de esa promesa de Dios?
¡La primera cosa que haces es tener fe en Dios! Depositas tu confianza en Él y declaras en voz alta: “¡Tengo fe en Dios! Creo en Él y creo lo que Él dice. Su PALABRA es prioridad número uno y mi autoridad final”.
Después, le hablas a la montaña y declaras algo parecido a esto:
“Padre celestial, en el Nombre del SEÑOR Jesucristo, le digo a esta montaña de la infertilidad: ‘¡Quítate de ahí y échate en el mar!’. No dudo en mi corazón, sino que creo que sucederá como he dicho. El deseo de mi corazón es que mi familia tenga un hijo, así que ahora mismo, en este día y fecha, libero mi fe y creo que recibo un bebé”.
“Como Jesús lo ordenó, perdono a cada persona que me haya herido de una u otra manera. No es mi voluntad guardar reconcor alguno. Si aún queda cualquier granito de falta de perdón en mi corazón, SEÑOR, por favor revélamelo e instantáneamente obedeceré. Sé que Tú me has perdonado por mis pecados en mi vida y ahora mismo recibo ese perdón”.
“Desde ahora en adelante, Señor, este es mi pacto, mi compromiso contigo. Nunca cambiaré. Nunca me daré por vencido. Esta es mi confesión: Soy sanao(a) de la infertilidad y mi deseo de tener un bebé me ha sido concedido. Lo tomo, te agradezco y te alabo por ello. Amen”.
Puede que te preguntes: ¿Recibir por fe es realmente así de simple?
Sí lo es. Es extremadamente simple.
Sin embargo, no es necesariamente fácil y éste es el porqué: La oración no es todo lo que tienes que hacer. Ese es sólo el comienzo. Para completar el proceso de fe, mientras estás esperando la manifestación de lo que has orado y estás creyendo, debes mantener tu confesión de fe y sumar la acción correspondiente.
Eso significa que, en el caso de estar creyendo por un bebé, que todas las mañanas te levantas diciendo: “¡Alabado sea Dios, vamos a tener un bebé en esta casa!”. Todas las noches te acuestas a dormir diciendo: “SEÑOR, quiero agradecerte, ¡porque vamos a tener un bebé!”.
Jamás te preocupes por cuánto se esté demorando, o si está funcionado, o te cuestiones…
¡DETÉNTE!
¡Nunca, nunca, jamás aceptes el temor! En el momento en que lo descubras colándose, dale una patada y mantenlo fuera con la PALABRA de Dios. Busca todas las escrituras de bebés que puedas encontrar. Léelas y medita en ellas en cada oportunidad. La PALABRA de Dios es alimento para tu espíritu. Ésta alimenta y fortalece tu fe como el pan alimenta y fortalece el cuerpo físico (lee Mateo 4:4).
Intentar no es creer
Podrías decir: “Pero, hermano Copeland, yo me he estado alimentado con la PALABRA y hasta el momento no ha pasado nada. Mi esposa y yo seguimos tratando, pero pareciera que no podemos concebir un hijo”.
¡Entonces deja de intentar!
Intentar no es creer. Mientras te mantengas intentando, no operas en fe. La fe descansa; no lucha por producir resultados por obras. Sólo se relaja en la gracia de Dios.
Ahora, no te estoy sugiriendo que dejes de poner acción a tu fe. ¡Por supuesto que no! Solamente estoy diciendo que no apagues lo que Dios ha creado para ser un placer y lo conviertas en un trabajo. ¡Deja de ir a la cama matrimonial como si te pagaran un sueldo, y disfruta! En vez de “trabajar” para tener un bebé, trabaja con tu cónyugue para entrar en el descanso de la fe. Intercambien palabras de fe entre ambos como si ya estuvieran embarazados. Permanezcan en la PALABRA hasta que la lucha termine y luego hagan lo que Filipenses 4:6-8 dice:
«No se preocupen por nada. Que sus peticiones sean conocidas delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias, y que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.
Por lo demás, hermanos, piensen en todo lo que es verdadero, en todo lo honesto, en todo lo justo, en todo lo puro, en todo lo amable, en todo lo que es digno de alabanza; si hay en ello alguna virtud, si hay algo que admirar, piensen en ello».
Mira nuevamente esos versículos. No dicen solamente: “No se preocupen”. Dicen: «No se preocupen por nada. Que…» Debes hacer algo más: preséntale tus peticiones a Dios. Haz lo que Jesús nos instruyó en Marcos 11. Ora y cree que recibes.
Una vez que lo hagas, en vez de negar tu fe diciendo una y otra vez: “Oh Dios, tu sabes cuánto quiero un bebé. Por favor, por favor danos uno! Continúa levantando tu deseo al Señor a través de la acción de gracias. Agradécele por responder tu oración y permanece en paz manteniendo tu mente enfocada en las cosas buenas. Cuando el diablo trate de sacar tu fe del camino y te tiente para que te pongas ansioso por un reporte negativo, enfócate en el reporte de DIOS. Piensa en las cosas que están bien en tu vida, en vez de las cosas que están mal.
“Bueno, hermano Copeland, estoy tratando de hacer eso”.
No. Nuevamente, renuncia a tratar de hacer las cosas. Esto no es algo que “tratas” de hacer. Es un mandamiento de Dios. No te sientes noche tras noche a ver asesinatos y violencia en la televisión, para luego quejarte de que no puedes dejar de tener pensamientos negativos. Cambia tu mente cambiando el canal. Apaga esa basura que inspira miedo y prende el canal de La Victoria del Creyente o programas que edifiquen tu fe.
Mira con el ojo de la fe
Dios no puede cambiar tu mente por ti, y el diablo tampoco puede. Tu mente te pertenece a ti. Tú eres el que tiene la autoridad de: «desbaratar argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y de llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo» (2 Corintios 10:5). ¡Entonces, hazlo!
Toma control de lo que estás pensado. Sigue el ejemplo de David en el Salmo 103 donde dijo: «¡Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguna de sus bendiciones! El Señor perdona todas tus maldades, y sana todas tus dolencias. El Señor te rescata de la muerte, y te colma de favores y de su misericordia» (versículos 2-4).
¡Así es como mantienes tu fe activa y permaneces en el descanso de Dios! Cuando tu mente y tus emociones comienzan a desmoronarse por lo que ven en lo natural, di: “alma, calla esa incredulidad. Deja de olvidarte de los beneficios que te pertenecen por lo que Jesús hizo en la cruz. Recuerda que gracias a él estás BENDECIDO. Estás sano. ¡Eres un hijo de Dios que ha sido coronado con Sus favores y Su misericordia!”.
Tales palabras tienen un impacto poderoso cuando practicas ver lo que estás diciendo con el ojo de la fe. Eso fue lo que el pueblo hizo en Hebreos 11. El versículo 13 dice que ellos recibieron las promesas de Dios: «llegaron a ver esto a lo lejos; pero lo creyeron y lo saludaron, pues reconocieron…” (énfasis del autor).
Por supuesto, tal visión de fe no se desarrolla de la noche a la mañana. Particularmente si has estado en una situación en particular por mucho tiempo—si has sido estéril por muchos años, o has vivido en escasez, o en la enfermedad—puede que necesites pasar algún tiempo renovando tu mente con la PALABRA para cambiar cómo te ves a ti mismo en el interior. Eso fue lo que yo tuve que hacer cuando empecé a creerle a Dios por un jet para el ministerio. A pesar de que había volado aviones pequeños por muchos años, un jet era un paso más grande para mí. Sabía que necesitaba uno para hacer todo lo que Dios me había llamado a hacer, pero aún así no podía verme dueño de uno. Sin importar lo que había aprendido acerca de la prosperidad, todavía tenía algo de pobreza en mi pensamiento siguiéndome como un perrito pulgoso.
Eventualmente me deshice del mismo. Alimenté y fortalecí mi fe con la PALABRA. Fijé mi mente en la promesa de Dios, lo vi con los ojos de la fe, lo abracé y lo confesé. Ciertamente no mucho tiempo después mi visión de fe se hizo realidad.
Lo mismo puede suceder en tu vida. Cualquiera que sea tu deseo— ya sea un bebé, sanidad para tu cuerpo o una vida libre de deudas—ya lo tienes; sólo necesitas recibirlo. Tienes la PALABRA de Dios; tienes la fe de Dios en tu interior; y ahora tienes el conocimiento práctico de cómo funciona la fe.
¡Así que levántate y úsalo! Súbete allí en fe como copiloto con Jesús… ¡y vuela!