En febrero de 1984, en Soweto, Sur África, Kenneth y Gloria Copeland se sentaron en un pequeño camión, frente a un “joven alemán, lleno de fuego” (Reinhard Bonnke), y su esposa, Annie. Era la primera vez que conocían al apasionado evangelista y repentinamente, el espíritu de profecía vino sobre el hermano Copeland.
Primero, profetizó que un día Bonnke les predicaría a millones de personas—algo que sucedió en Lagos en noviembre del 2.000—pero cuando se dieron la mano para despedirse, en el momento en que estrecharon sendas manos, Kenneth profetizó: Reinhard, mantente preparado. Llegará un momento en el que te enviaré de nuevo a Alemania a hacer algunas cosas, porque voy a derribar el Muro de Berlín y lo haré milagrosamente; quiero que estés listo con el evangelio cuando lo haga.
Cinco años más tarde, el Señor hizo pública esa última palabra profética. En la mañana del domingo 4 de junio de 1989, en la Iglesia Internacional Eagle Mountain, Kenneth se levantó y profetizó otra vez ese valiente mensaje: Se caerá el muro de Berlín. Por supuesto, en ese entonces, era absolutamente extravagante pensar en la idea de un Muro de Berlín demolido. ¡Sin embargo, 5 meses más tarde, el 9 de noviembre de ese mismo año, sucedió!
A pesar de que Dios liberó la palabra profética a través de él, el hermano Copeland dijo: “Que el muro de Berlín se cayera iba mucho más allá de lo que yo pudiera imaginar en esa época. Especialmente la manera en la que pasó. Un día estaba allí, totalmente fuerte, y al otro día había desaparecido. Un día no estaba permitido que nadie predicara abiertamente en Europa del Este y después, de repente, toda Europa estaba abierta. Cuando nuestro Dios decide que ha llegado el momento de un cambio, lo imposible se derrite delante de Él cómo la mantequilla en
una sartén”.