Sígueme. :: Tarde o temprano, esta invitación de tan solo una palabra, les llega a todos. Cada persona que haya vivido, y cada persona por nacer, escuchará este llamado de parte de Jesús. Él no utiliza una gran estrategia de mercadeo. Él no coacciona a nadie. Él no está tratando de vender nada. Él simplemente dirá: “Te daré el mejor regalo que Dios haya ofrecido: la oportunidad. Aquí está: Sígueme”.
Él extendió esa simple invitación más de una vez en las Escrituras.
Jesús y Sus discípulos se dirigían a Jerusalén cuando Jesús llamó a un hombre que encontró por el camino, y le dijo: ««Sígueme.» Aquél le respondió: «Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre.» (Lucas 9:39, RVC).
Por supuesto, Jesús respondió: “Lo entiendo. La familia está primero. Adelante, haz lo que tengas que hacer. Esta oportunidad estará disponible para ti en cualquier momento. Estaré listo cuando tú estés listo”.
¡No! ¡Jesús nunca dijo eso! Aquí está la respuesta de Jesús: «Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú, ve y anuncia el reino de Dios.» (versículo 60).
¡Ayy!
Otro hombre recibió la misma invitación de parte de Jesús. Observa cómo respondió: ««Señor, yo te seguiré; pero antes déjame despedirme de los que están en mi casa.» Jesús le dijo: «Nadie que mire hacia atrás, después de poner la mano en el arado, es apto para el reino de Dios.»» (versículos 61-62).
Otra vez… “Ayyy”.
¿Por qué respondió Jesús de esa manera?
Las respuestas de Jesús pueden parecer duras, pero retrocedamos y consideremos un pasaje que el apóstol Pablo le escribió a Timoteo. En 2 Timoteo 2:20, leemos: «En una casa grande hay no sólo utensilios de oro y de plata, sino también de madera y de barro; y unos son para usos honrosos, y otros para usos viles.»
Al leerlo, puedes equiparar el ser un recipiente de oro y plata con “ser bueno” y el ser un recipiente de madera y barro con “ser malo”. Pero ¿es realmente malo ser una caja de madera o un recipiente de barro? No; simplemente son cajas y recipientes. La principal diferencia radica en quién las usa. Los recipientes de oro y plata son utilizados por el dueño de la casa.
Quizás te sientas como una caja de madera o un recipiente de barro, no apta para el uso del Maestro. Pero sirves a un Dios que puede cambiarte en un instante.
En el siguiente versículo, Pablo escribió: «Así que, quien se limpia de estas cosas será un instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra.» (versículo 21). En otras palabras, puedes convertirte en un recipiente de oro y plata porque: «De modo que si alguno está en Cristo, ya es una nueva creación; atrás ha quedado lo viejo: ¡ahora ya todo es nuevo!» (2 Corintios 5:17). Puedes ser útil para el Señor, y ¿adivina qué? Él quiere usarte.
¿Cómo puedo afirmarlo con tanta certeza? ¡Porque Dios te ama! No hay nada que puedas hacer para cambiar Su amor por ti. No puedes deshacer que Jesús muriera en la cruz por ti. Él simplemente te ama, y punto. Establece eso en tu corazón y en tu mente por encima de todo lo demás. Sin embargo, también debes saber lo siguiente: el hecho de que Él te ame no significa necesariamente que Él pueda usarte. Dependerá de ti que te conviertas en ese recipiente de oro y plata, listo y preparado para Su uso.
Considera a ambos hombres que acabamos de examinar en Lucas 9.
¿Jesús los amaba? Por supuesto.
¿Los hombres fueron llamados? Claro que sí; Jesús mismo se encontró con ellos en el camino, frente a frente, y les dijo: “Sígueme.” No creo que exista un llamado con mayor claridad.
Pero ¿recuerdas lo que dijo el apóstol Pablo? Para ser un recipiente listo y apto para el uso del Maestro, debes estar: «dispuesto para toda buena obra.». Estar preparado significa estar listo… listo para Su llamado, listo para cuando la puerta se abra.
Esos hombres no lo estaban; tenían otros asuntos por atender.
Me perdí el tren
Entiendo a esos hombres. Cuando comparo nuestro ministerio con muchos de los ministerios presentados en esta revista, Sarah y yo somos los nuevos de la cuadra. Estamos en nuestro octavo año de ministerio, y Dios nos ha bendecido con oportunidades extraordinarias. Una de esas nos llegó hace unos años cuando mis abuelos, Kenneth y Gloria Copeland, a quienes llamo afectuosamente “Papa y Mimi”, nos llamaron y nos compartieron acerca de la nueva cadena “La Voz de Victoria del Creyente” (The Believer’s Voice of Victory Network® o BVOVN por sus siglas en inglés), a punto de salir al aire de la mano de KCM. Papa me dijo: “En septiembre estaremos ofreciendo a otros ministros salir en el canal, y queremos que Uds. sean parte”. Este es el tipo de oportunidad soñada por todo ministerio.
Era julio, y teníamos tres meses. Pero cuando llegó septiembre, no estábamos listos.
En octubre, no salimos al aire.
Llegó noviembre… y nada.
Diciembre también comenzó y terminó.
Luego enero.
En febrero, el Señor me despertó de mi estupidez. ¿Cuánto tiempo?, me preguntó. Te he dado la oportunidad de predicar en televisión, que es lo que te he llamado a hacer, y no estabas preparado. ¿Cuánto tiempo te llevará estar listo?
Finalmente caí en cuenta que había dejado pasar la oportunidad. Era hora de cambiar las cosas. Con Sarah inmediatamente encendimos una hoguera bajo nuestro equipo. “Saldremos al aire en abril”. Durante las siguientes seis u ocho semanas, aunque no teníamos experiencia en la creación y edición de programas, lo hicimos, aprendiendo sobre la marcha. ¡En abril, Legacy TV estaba en el aire!
Pero el Señor me llamó la atención al decirme: Deberías haber estado listo el día que recibiste la invitación.
Dios es tan misericordioso. Nuestra transmisión está al aire y estamos experimentando excelentes resultados. Los testimonios llegan de todas partes. Pero tengo que lidiar con el hecho de que perdí siete meses de oportunidad. Esos son siete meses perdidos de prédica, enseñanza y guía para las personas hacia la alabanza. Siete meses perdidos de llamadas al altar en todo el mundo. Siete meses perdidos de compartir con la gente la Palabra. Siete meses perdidos de predicar a Jesús a las personas, desde la cima más alta del mundo al valle más profundo y hasta los confines de la Tierra. Siete meses de oportunidades perdidas para que la gente se suba a bordo y colabore con nosotros.
Todo eso, porque no estaba listo para Su llamado.
Ahora puedes entender por qué puedo afirmar que sé cómo se sintieron esos hombres en el camino con Jesús. Él dijo: “Sígueme.”, y ellos respondieron: “Señor, déjame primero…”
El reino de Dios no es, ni jamás será, yo primero. Siempre será el Reino primero. Esas personas no respondieron negativamente, pero para Jesús dio lo mismo.
Él dijo: “Nadie, habiendo puesto su mano en el arado, y mirando hacia atrás, es apto para el reino de Dios”. En otras palabras: “Estoy aquí porque te amo, y oíste mi llamado. Pero si tienes algo más que hacer primero, no puedo usarte. No eres apto para lo que se necesita hacer. Aún no.”
Una Reacción diferente
Sin embargo, no todos respondieron a Jesús de esa manera. Compara las respuestas de esos dos hombres con otros a los que Jesús llamó.
Marcos 1:16 nos relata: «Mientras Jesús caminaba junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés. Estaban echando la red al agua, porque eran Pescadores. Echar las redes es lo que hacen los pescadores. No estaban pescando para tener una tarde tranquila en la que capturaban y liberaban peces. Trataban de atrapar la mayor cantidad posible de peces lo más rápido posible. «Jesús les dijo: «Síganme, y yo haré de ustedes pescadores de hombres.» Enseguida, ellos dejaron sus redes y lo siguieron.» (versículos 17-18).
¡Qué diferencia! Jesús les dio Su invitación, y Simón y Andrés no vacilaron. Tenían sus redes —su fuente de ingreso— en sus manos. Ellos dependían de esas redes. Pero cuando Jesús los llamó, las dejaron caer sin duda alguna. No solo abandonaron su profesión; dejaron la seguridad que siempre estaría allí para atraparlos si caían.
Hoy la gente le dice a Jesús: “Te seguiré, pero déjame primero tener más dinero en el banco. Déjame primero que mis hijos terminen el colegio. Permíteme primero conseguir más dadores en mi congregación.”
Jesús respondería: “Te amo, pero no hay fe en esa respuesta. No puedo utilizarte mientras te aferres a una red.” Nos está llamando a las profundidades, y Él mismo quiere ser nuestra red.
Aquí hay otro ejemplo.
«Un poco más adelante, Jesús vio a otros dos hermanos, Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, quienes estaban en la barca y remendaban sus redes. Enseguida Jesús los llamó, y ellos dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, y lo siguieron.» (Marcos 1:19-20).
¿Captaste el detalle sobre las redes? Necesitaban remiendo. Así son las redes. Esas cosas en las que construyes todas tus esperanzas y tus sueños, esas cosas que necesitas para mantenerte apoyado, necesitan ser reparadas con frecuencia, por ti. Además, si necesitan arreglo, eso significa que algo está mal. No son aptas. Sólo estarás tan listo como aquello en qué, o en quién, pongas tu fe.
Tal como lo hizo con Jacobo y Juan, Jesús te está diciendo: “¡Escógeme! ¡Seré tu red! Nunca necesitarás remendarme. Soy por siempre fuerte. Estoy en forma, y te haré quedar en forma. Te convertiré en alguien a quien pueda usar”.
Quizás te sientas temeroso de salir y dejar caer tu red, porque no tienes nada sobre qué caer, pero lo haces al fin y al cabo. Puedes caer en los brazos de Aquel que te llamó.
La mano en el arado
Ahora es el momento de que le prestes atención al llamado que Él tiene para tu vida. Si eres sincero acerca de seguirlo, entonces no puedes mirar hacia atrás, desde dónde vienes, donde una vez te sentiste cómodo o hacia aquello que solía mantenerte a salvo.
Como ya leímos en Lucas 9:62: «Jesús le dijo: «Nadie que mire hacia atrás, después de poner la mano en el arado, es apto para el reino de Dios.» Si estás listo para tener el tipo de impacto por el que tu corazón está hambriento, ara hacia adelante. Recuerda: el terreno debe ser arado para recibir semilla, así que prepárate. Vive listo. Ara el terreno duro para que cuando llegue el llamado de Dios, estés listo para sembrar y cosechar. Ara, para que cuando llegue la oportunidad, puedas soltar tus redes y seguir hacia adelante.
Dios quiere personas que sean aptas para Su uso y que estén dispuestas para toda buena obra. Nunca serás más productivo, eficaz o bendecido que cuando haces lo que Él te llama a hacer. Si estás listo, Él puede usarte. Puedes ser ese recipiente de oro y plata adecuado para Su uso.
Él está llamando. Cuando Él diga: “Sígueme”, ¿cómo le responderás?